La auto-explotación del artista en el corporativismo cultural (I)
Capítulo 1 La práctica artística
Hace algunos años escribiendo el texto del proyecto Mérida, Atrapada en el tiempo que se concentraba en la comunidad andino merideña en Venezuela para revelar un manejo del tiempo que me parecía particular, diferente al de otras ciudades, la curadora Lorena González me entrevistaba para desarrollar su texto y nos detuvimos en el término CARRERA . Nos preguntamos casi al unísono, ¿Porqué se le llama carrera al desarrollo de una profesión, de un artista, de los estudios.? ¿Cuándo se definió que hacer algo era una Carrera? Una carrera contra quién, contra semejantes, contra el tiempo, contra uno mismo. ¿De verdad deberíamos correr en la prácticas de nuestras artes?
«Ofertas infinitas de algo ajeno y difuso que hay que perseguir, lograr, encontrar, para trazar finalmente el desarrollo angustiante de una CARRERA desenfrenada, que todos de alguna manera emprendemos, en un tiempo tan voraz como ficticio» [1] Así lo dibujó Lorena en palabras que presentaron la exposición de aquel trabajo. Así quedaba evidencia de una preocupación que aún no conseguía respuestas.
He sido desafortunado en la búsqueda a lo largo de los años de alguna bibliografía que me relacionara el término carrera con la práctica profesional, más allá de la definiciones positivistas de la enciclopedia y el diccionario: «Conjunto de estudios, generalmente universitarios, que habilitan para el ejercicio de una profesión. Profesión o actividad que exige una formación académica previa y, generalmente, la superación de un concurso público para acceder a aquella. Curso profesional de relieve. Ejercicio de una profesión o actividad « [2] según la RAE. O definiciones coloquiales como que la carrera que elegimos está llena de obstáculos por superar, etc. Cosa que no me llevaba a nada, porque bien podemos tomar la concepción Homérica de nuestra vida o práctica profesional como un viaje lleno de obstáculos, que lo es, pero ¿por qué hacerlo corriendo, ¿por qué debe ser una carrera?
10 años después de aquella tarde caraqueña elucubrando junto a Lorena llega a mi, Byung Chul Han, filósofo Surcoreano radicado en Alemania y su texto La sociedad del cansancio. Y curiosamente llega a mis manos luego de una tertulia pasada por vino en la casa de Francisco Benítez, curador de arte contemporáneo en Monterrey, México.
«La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento.» [3] Cuestiona Byung así a la teoría de Foucault . Y sus habitantes son «sujetos de rendimiento». «emprendedores de si mismos» [4]
El desatado emprededurismo no es más que una carrera entonces. Una carrera de rendimiento. Un maratón de largo aliento, del que no podemos salir, en el que llegaremos al agotamiento extremo y nos sentiremos culpables de no mantener el ritmo de carrera hasta el final de nuestros días. Y en el que los logros no son sostenibles en el tiempo en una “sociedad líquida” [5]. En el mundo contemporáneo nos hemos convertidos los artistas en emprendedores de nosotros mismos, creando, gestionando, promoviendo y produciendo nuestras propias obras, y lo hemos asumido como gesto de libertad. Creemos y queremos poder con todas las facetas de la producción del arte, pero ¿por una necesidad creativa de control?, ¿por una manera de influir y transformar los medios de producción como planteaba Walter Benjamin en “el autor como productor”? o ¿por una necesidad de rendimiento para alcanzar ciertas metas que nos permitan introducirnos en sistemas culturales que cada vez nos piden más y más?. «La sociedad de rendimiento se caracteriza por el verbo modal positivo poder (können) sin límites. Su plural afirmativo y colectivo «Yes, we can» expresa precisamente su carácter de positividad.» [6] Nos enfrentamos a un positivismo autoimpuesto que choca con un «No todo es posible» [7] y que produce una sociedad de depresivos y fracasados como afirma Byung.
Es en ese momento cuando iniciamos nuestra carrera de artistas que nos llenamos de positividad. Es en ese momento que decidimos hacer, hacer, hacer, superar nuestro propio rendimiento que nos agota, porque lo asumimos como una competencia, no sólo con otros, sino con nosotros mismos. Es en esa carrera cuando nos enfrentamos a obstáculos imposibles donde nos consideramos fracasados en medio de una depresión. Es la carrera, el título profesional, el reconocimiento, el premio del concurso que se otorga en una sociedad absorta en el rendimiento personal. «El sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo» [8] Debemos crear, exponer, producir y editar libros como si de las multi-temporadas de la industria de la moda se tratara.[9] Pero ¿quién nos impone ese ritmo? ¿Quién nos obliga a ello? ¿Quién nos dice que debemos tomar y tomar fotos, crear y crear obras, desarrollar más proyectos para llegar más lejos en el ranking institucional? ¿Nos abandonamos a la «libertad obligada de maximizar el rendimiento»[10] para sentirnos felices, satisfechos y creernos que somos libres?, Cuando hemos sido atrapados por un sistema de producción que nos ha llevado a la auto explotación. Hemos caído en la hiperactividad igualitaria que genera una masificación de estéticas y formas de hacer arte. Todos terminamos haciendo y creando lo mismo, poco profundo pero extenso en cantidad. Un “aesthlete” [11] que concentra la importancia de su trabajo no en lo que expresa, sino a la velocidad que lo expresa.
«El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en auto explotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. Esta auto referencialidad genera una libertad paradójica, que, a causa de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia. Las enfermedades psíquicas de la sociedad de rendimiento constituyen precisamente las manifestaciones patológicas de esta libertad paradójica.» [12]
Como artistas hemos caído en la trampa, llenamos nuestros time lines de Facebook y Twitter de logros y de actividades que hacemos para representar ¿qué? ¿Qué todo lo podemos? ¿Qué vamos ganando la carrera? ¿Qué somos felices con nuestro rendimiento? Nos han convencido que debemos rellenar nuestra hoja de vida de cientos de logros para alcanzar ¿qué? ¿Qué nuestra auto explotación sea fuente de ingresos crecientes, y sin ningún tipo de obligación, para los que ostentan el poder económico, político y cultural? ¿Qué hace relevante la obra de un artista? Aquel que tocó un gran tema a profundidad a lo largo de cierto tiempo y produjo un libro y un par de exposiciones, o aquel que hace dos libros y diez exposiciones por año sobre el mismo tema una y otra vez. ¿Cuándo hacemos nuestras biografías resaltamos nuestras preocupaciones e investigaciones sobre los temas que nos interesan o hacemos un listado cuantificable de exposiciones y actividades? En definitiva qué resaltamos, qué valoramos de este maratón artístico. Las fibras sensibles e investigaciones que pudimos trastocar en un tiempo y espacio determinado o la cantidad de logros que un sistema cultural corporativizado valora y exige por encima de otras cosas.
Es esta carrera, fomentada desde la corporaciones culturales y sus distintas maneras de hacernos creer que está en nosotros, en nuestro rendimiento, en el hacer productivo, la oportunidad de pertenecer a una institución cultural pública o privada corporativizada, que ya tiene sus categorizaciones, intereses y jerarquías definidas para mantener un control sobre lo que es y nos es arte. Como bien afirma David Spurr “el proceso a través del cual una cultura subordina a otra empieza con el acto de dar nombres” [13]. Digamos, categorizar, fragmentar disciplinas. Pero cuyas intenciones han logrado camuflar muy bien haciéndose ver como iguales ante los artistas o haciendo creer a los artistas que son iguales a ellos, permitiendo un ideal de igualdad entre artista e institución que es ficticio y que anula la crítica. Es decir, en términos de la filosofía de Byung el sistema cultural ha dejado de ser una otredad, extraña, frente a la cual el artista creaba un sistema de defensa inmunológico que lo rechazaba, lo combatía o expulsaba, y que se reflejaba en la búsqueda de espacios alternos y en la crítica y el objeto de ésta, como lo plantea José Luis Brea cuyo “trabajo es generar roces, fricciones, el encuentro intempestivo de lo extraño con lo extraño” [14] , para ser ahora un elemento empático, idéntico, donde “no tiene sentido fortalecer las defensas del organismo” [15] y lo asimila positivamente. Se asume parte de él.
En fin, nuestro rendimiento artístico no es más que una ilusión de libertad que está subordinada a los conceptos pre establecidos y estandarizados de la producción en línea del sistema cultural. Nos hemos convertido en “Rutineros”, en “abastecedores” [16] en el sentido Benjaminiano de penetrar, convivir con un sistema pero renunciando a introducir innovaciones y transformaciones para evitar las fricciones que se generan entre un sistema dominante y quienes producen arte.
Continúa en el segundo capitulo: La práctica institucional y alternativa
Notas
[1] Texto curatorial del proyecto Mérida Atrapada en el tiempo de Marcel del Castillo, 2008.
[2] Página web de la real Academia Española http://dle.rae.es/?id=7gRETug
[3] [4] [6] [7] [8] [10] [12] [15] Pensamientos fundacionales de la filosofía de Byung Chul Han que desmonta las teorías de Michael Foucault, en el ensayo Más allá de la sociedad disciplinaria en el libro La sociedad del Cansancio ( Herder Editorial,Barcelona 2012)
[5] El término y concepto de sociedad Líquida es establecido por Zygmunt Baumann en varios de sus libros en particular Modernidad líquida.( Fondo de Cultura Económica.Argentina 1999) Y se refiere al cambio de realidades sólidas, palpables, duraderas de los tiempos pasados, a realidades que no logran establecerse, que se desvanecen por un continuo afán de cambio, de novedad de la sociedad actual.
[9] El concepto de Multi temporadas o “poli designed-pluri sourcer-multi shipper” se refiere al cambio significativo que introdujo en la industria de la moda la compañía Inditex (Zara) en la que transformó los ciclos de producción y comercialización de la industria con Colecciones por Temporadas-Estaciones del año, a Colecciones por Temporadas-cada semana, o cada mes.
[11] “aesthlete”, cuya traducción pudiera se Atleta-estético, es un concepto establecido por Brad Troemel en su ensayo Athletics Aesthetics publicado en Mayo de 2013 en The new inquirí (https://thenewinquiry.com/athletic-aesthetics/ ) Donde establece una nueva especie de artistas hiperproductivos producto del flujo de información y visibilidad de las redes sociales.
[13] David Spurr escritor Británico. La frase reseñada está contenida en el libro “La retórica del imperio” (Duke University Press, Londres, 1993)
[14] Texto de José Luís Brea en Ram Critique, La crítica en la era del capitalismo cultural, ensayo del Libro Cultura RAM ( Editorial GEDISA, Barcelona 2007)
[16] Términos usado por Walter Benjamin en su discurso “El autor como productor” (Paris 1934) para referirse a aquellos escritores o artistas que abordaban el proceso técnico de producción de sus obras pero que renunciaba a introducir innovaciones al aparato de producción, dirigidas a volverlos ajenos a la clase dominante.