Cómo construir un discurso fotográfico

“Un ciudadano del siglo XX, como quien habla aspira a ser, recuerda como si tuviera en frente la fotografía de la entrega de los premios Nobel de 1963 que vio en su adolescencia. Con la misma viveza, la memoria le repite que, en la fotografía a colores con los adustos participantes vestidos de etiqueta, aquel que se atrevió a moverse no fue captado por la placa.”

 Fragmento de la pieza Discurso de aceptación del Premio Nobel, de Melquiades Herrera

Siendo honesto, el título de este texto es un gancho publicitario. No es una guía ni una receta mágica. El propósito de este artículo es que los interesados en la construcción de un discurso fotográfico me acompañen en el proceso de indagar sobre el tema.

¿Qué es un discurso? El diccionario de la RAE ofrece diversas definiciones, por ejemplo, que es un razonamiento o exposición de cierta amplitud sobre algún tema, que se lee o pronuncia en público. También que es lenguaje en acción, especialmente el articulado en unidades textuales. Así como un escrito o tratado, generalmente de no mucha extensión, en que se discurre sobre una materia determinada.

Lo que me interesan de las definiciones anteriores es que es un tema que se pronuncia en público, que es un escrito o tratado en que se discurre sobre una materia determinada, pero sobre todo que es lenguaje en acción. Lo que entiendo (esto de lenguaje en acción) como comunicar.

¿Qué relación existe entre discurso y autor? Sobre el tema, en la Lección inaugural en el Collège de France pronunciada el 2 de diciembre de 1970, titulada L’ordre du discours (El orden del discurso), Michel Foucault dijo:

El discurso, por más que en apariencia sea poca cosa, las prohibiciones que recaen sobre él, revelan muy pronto, rápidamente, su vinculación con el deseo y con el poder. Y esto no tiene nada de extraño: ya que el discurso —el psicoanálisis nos lo ha mostrado— no es simplemente lo que manifiesta (o encubre) el deseo; es también lo que es el objeto del deseo; y ya que —esto la historia no cesa de enseñárnoslo— el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse.

En esta reflexión, Foucault considera al discurso como un ejercicio de poder. Sin embargo,  como se señala a continuación, habla de discursos de uso cotidiano, por tanto efímeros, y otros instalados en “actos nuevos de palabras que los reanudan”:

En resumen, puede sospecharse que hay regularmente en las sociedades una especie de nivelación entre discursos: los discursos que «se dicen» en el curso de los días y de las conversaciones, y que desaparecen con el acto mismo que los ha pronunciado; y los discursos que están en el origen de un cierto número de actos nuevos de palabras que los reanudan, los transforman o hablan de ellos, en resumen, discursos que, indefinidamente, más allá de su formulación, son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir. Los conocemos en nuestro sistema de cultura: son los textos religiosos o jurídicos, son también esos textos curiosos, cuando se considera su estatuto, y que se llaman «literarios»; y también en una cierta medida los textos científicos.

Dentro de los discursos que “son dichos, permanecen dichos, y están todavía por decir”, se pueden insertar los discursos autorales. Por eso destaco lo siguiente:

(…) en el orden del discurso literario, la función del autor no ha cesado de reforzarse: todos aquellos relatos, todos aquellos poemas, todos aquellos dramas o comedias que se dejaban circular durante la Edad Media en un anonimato al menos relativo, he aquí que ahora, se les pide (y se exige de ellos que digan) de dónde proceden, quién los ha escrito; se pide que el autor rinda cuenta de la unidad del texto que se pone a su nombre; se le pide que revele, o al menos que manifieste ante él, el sentido oculto que lo recorre; se le pide que lo articule, con su vida personal y con sus experiencias vividas, con la historia real que lo vio nacer. El autor es quien da al inquietante lenguaje de la ficción sus unidades, sus nudos de coherencia, su inserción en lo real.

En esta lógica, los discursos se articulan a partir de una historia personal. Este punto es interesante: al construir un discurso, se pide que esté relacionado con la historia personal del autor. Aunque esto no significa que deban ser, necesariamente, autorreferenciales. En este sentido, Foucault aclara que el autor mantiene una relación personal con su obra a través de las decisiones que toma:

(…) el individuo que se pone a escribir un texto, en cuyo horizonte merodea una posible obra, vuelve a asumir la función del autor: lo que escribe y lo que no escribe, lo que perfila, incluso en calidad de borrador provisional, como bosquejo de la obra, y lo que deja caer como declaraciones cotidianas, todo ese juego de diferencias está prescrito para la función de autor, tal como él la recibe de su época, o tal como a su vez la modifica. Pues puede muy bien alterar la imagen tradicional que se tiene del autor; es a partir de una nueva posición del autor como podrá hacer resaltar, de todo lo que habría podido decir, de todo cuanto dice todos los días, en todo instante, el perfil todavía vacilante de su obra.

¿Qué pasa con el discurso en las artes visuales? Es común escuchar hablar a artistas, curadores y demás personalidades del mundo del arte sobre el discurso de un autor. Ya se ha expuesto aquí qué es un discurso (un lenguaje en acción) y la relación del discurso con un autor (en donde el discurso existe a partir de la historia personal del autor, desde el punto de vista en que produce su obra). En las artes visuales, el discurso entra al terreno simbólico, convirtiéndose en lo que “enuncia” la obra de arte. Al respecto, en el trabajo Cronotopos y dinámica enunciativa en los modos particulares del discurso artístico-visual, William Álvarez Ramírez explica que:

Las artes visuales -en tanto manifestación cultural- muestran y problematizan la realidad, en una dinámica estético-semántica de creación de modos de significados, sentidos y representaciones. Es decir, según diversos modos de enunciación. El discurso artístico pone en escena o situación enunciativa al mundo y al hacerlo se convierte en un espacio en el que toman forma los aspectos de la vida interior del autor y del héroe, sus tonos emocionales y cognoscitivos hasta la valoración del mundo externo mediante la ideología y sus juicios éticos.

Si bien Álvarez Ramírez dice que el discurso artístico problematiza al mundo a través de enunciados (lo que significa que expone o expresa ideas, principios o teorías a través de la obra), en los que se revela la vida interior del autor, sus tonos emocionales y cognoscitivos, mediante ideología y juicios éticos. Se mantiene en el escenario de este artículo como factor relevante la historia personal de quien construye un discurso.

¿Y el discurso en la fotografía? En su Diccionario fotográfico, Oscar Colorado ofrece una definición: Discurso fotográfico es lo que se piensa o siente. Es el razonamiento o exposición sobre algún tema que desea abordar el fotógrafo. Esta explicación de Colorado deja fuera muchos aspectos que aquí han sido expuestos, por ello retomo a Javier Marzal Felici que en su libro Cómo se lee una fotografía habla sobre la enunciación:

La fotografía no es, pues, sólo una imagen sino, sobre todo, el resultado de un hacer y de un saber-hacer; es un verdadero acto icónico, es decir, debe entenderse como un trabajo en acción. En este sentido, la fotografía no puede ser separada de su acto de enunciación. Denis Roche ha expresado esta idea de un modo muy sencillo y directo: ‘Lo que se fotografía es la acción misma de fotografiar’. De este modo, en todo texto visual se puede reconocer la huella del sujeto de la enunciación o enunciador, por definición. Un análisis del corte o selección que supone el encuadre fotográfico (…) nos permitiría determinar cómo se concreta esta presencia del sujeto de la enunciación.

Es así que el discurso fotográfico, como el de las artes visuales, enuncia un punto de vista, una idea y, al mismo tiempo, revela al enunciador. Esto confirma que el autor (creador del discurso fotográfico) mantiene una relación personal con su obra (con su enunciación).

Entonces, ¿hay o no una receta mágica para construir un discurso fotográfico? Definitivamente no, pero quiero pensar que sí (vaya contradicción), porque si un autor (fotógrafo o no) está consciente de que al articular su obra desde su historia personal (entiéndase como desde el punto de vista en que se encuentra, sin ser necesariamente autorreferencial) podrá enunciar (tener un discurso que problematiza al mundo) públicamente las ideas, principios y teorías del sujeto enunciado (es decir, de él mismo).

Finalmente, para aclarar lo expuesto, presento un diagrama como síntesis y conclusión sobre el discurso fotográfico:

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