En el principio era la imagen [i]
“Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn. 1:26)
Alfa y Omega
San Juan introduce su evangelio con una reveladora sentencia: “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.” (Jn. 1, 1-3). En los versículos siguientes afirma el apóstol: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.” (Jn. 1, 14).
Destaca el poder de la palabra para construir, crear y transformar. Tradicionalmente, la fuerza de la palabra se ha materializado en el lenguaje, bienes y productos culturales, documentos y discursos que subyacen en el entramado de las sociedades y sus relaciones, no exentos de contrasentidos, contradicciones y diversas interpretaciones.
Por su parte, la imagen se ha erigido como una vía comunicante de dimensiones casi universales, expresión de un contexto (lugar y tiempo) y receptáculo de mensajes, por lo que es posible hablar de un lenguaje visual con estructuras, códigos y funciones propias.
Aún más, podemos hacer extensiva la afirmación de Fernando Carrizales (2015) sobre la fotografía, ampliándola a la imagen toda y decir que es un metalenguaje ya que tiene códigos de lectura que van más allá de lo aparente. Entran en juego los sentidos –en plural y sobrepasando lo meramente visual-, intuiciones, interpretaciones, visiones, ficciones y procesos comunicativos. Es por ello que asumimos -junto a Habermas, Foucault y Hernández Díaz- la comunicación como diálogo de sentidos y construcción de significados.
La imagen nos interpela por lo que vemos y por lo que sentimos, tendiendo amplios puentes comunicativos. Tanto la palabra -con su poder creador y creativo- como la imagen se sitúan al inicio y al final; en el alfa y omega; antes, durante y después; en el desarrollo de procesos conexos entre realidad y representación; entre pensamiento y expresión; entre decir y hacer, entre creador y criatura. No en vano, y según el texto bíblico: “… dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Gén.1, 26).
De lo anterior se desprende que también es posible entender la palabra y la imagen como atributos divinos, anteriores a la creación del hombre, pero contentivas y generadoras de ésta. Y, también, que la imagen guarda una estrecha relación de semejanza, de “parecerse a…”, sin, necesariamente “ser”.
En su ensayo sobre “El origen del lenguaje”, Manuel Briceño Guerrero explora mitos fundacionales de distintas culturas en los que se resaltan dos propiedades comunes presentes en el humano primigenio: ver y hablar, aísthesis y lógos, lo que pone de manifiesto la trascendencia, desde tiempos remotos y en distintas culturas, de ambas cualidades de las que se derivan los actos de hablar y de mirar, siendo que palabra e imagen parecen desarrollarse juntas, las dos caras de una misma moneda.
Imagen y realidad
Podemos coincidir con quienes asumen que la realidad se cimienta no sobre “lo que fue”, sino sobre “lo que se recuerda que fue”. Asumiendo, además, que en la imagen reposa la fuerza del recuerdo y la carga de la memoria. Sin embargo, esto no niega la aseveración de que la imagen no ofrece una realidad absoluta[2], sino que puede presentarla de manera fragmentada, siendo susceptible de manipulaciones e intencionalidades; rescatamos las consideraciones de la imagen como reflejo que, como en el mito de Narciso, puede confundir al punto de que lo reflejado sucumbe ante al reflejo.
Esto se ha potenciado en la era digital, actualizándose la premisa: “Todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación” (Debord, 1967: 3). Con el añadido de que en esta época es sumamente difícil digerir la cantidad de información visual que recibimos[3], lo que reconfigura relaciones como: imagen-memoria; imagen-poder; imagen-arte; imagen-comunicación, entre otras.
La abundancia de imágenes que caracteriza nuestras sociedades hace que se registren, en distintos soportes y formatos, una gran cantidad de eventos, cotidianos y extraordinarios, parece no haber contrastes entre unos y otros.
Se requiere que las etapas de producción, difusión, consumo y circulación sean mediadas por un proceso que implique pensar y leer la imagen, en otras palabras fortalecer nuestra cultura visual a fin de distinguir, clasificar y optar. De modo tal que, así como aprendemos a escribir y leer como procesos inseparables y prácticamente simultáneos, debemos aprender a leer la imagen, interpretarla, contextualizarla, contrastarla, dudar de ella para, finalmente, apropiárnosla o no[4].
Surge, entonces, la necesidad de enfatizar la idea que busca relacionar el saber productivo y el saber interpretativo, lo que se genera y lo que se decodifica, un vínculo orientado a la significación y resignificación.
No hay que desestimar, tampoco, el valor de las creencias y la cultura en las interpretaciones y en las relaciones entre imagen y realidad. Tal y como afirma Lior Zylberman, a partir de los planteamientos del documentalista Errol Morris: «primero creo, luego veo»: creer es ver, y no al revés. Las fotografías proveen evidencia, pero no son «atajos» a la realidad, no formamos creencias en base a lo que vemos sino que volcamos nuestras creencias en las imágenes. (Zylberman, 2014: 30).
Ahora bien, en el contexto que hemos denominado gula visual, consumimos desaforada, adictiva e incontrolablemente imágenes que otros producen también en proporciones que sobrepasan hasta las capacidades de procesamiento y almacenamiento, trastocando las nociones de memoria, documentalismo, huella, entre otras tantas, que sustentaban las funciones y fines de las imágenes.
Autores como Fulchignoni y Zunzunegui han argumentado y profundizado la idea de que vivimos en la “civilización de la imagen”, la cual define y caracteriza el universo comunicativo contemporáneo, llegando incluso a ser un elemento esencial de nuestro modo de existencia, en tanto y en cuanto pensamos en imágenes, y cada vez más le otorgamos omnipresencia en nuestras relaciones y formas de comunicarnos, siendo que más del 80% de la información que se produce en nuestros días tiene un tratamiento predominantemente visual. A lo que hay que agregar la capacidad que tenemos de procesar más rápidamente las imágenes que el texto.
Este carácter omnipresente de la imagen ha sido progresivo, ha atravesado etapas que parten de las relaciones con la realidad -y las realidades-. Así, la imagen ha servido -y sirve- para capturar, mostrar, entender, pensar e interpretar la realidad. En este sentido, no se trata solo de reproducir o presentar la realidad, sino de construirla, pasando de la representación a la presentación y de ésta a la prefiguración (Gómez, 2013). Hay que distinguir, entonces, entre la realidad de la imagen y la imagen de la realidad, tal como lo advirtió Zunzunegui. De aquí se desprenden vínculos en atención a los cuales es posible establecer, al menos, tres niveles de análisis: descriptivo, interpretativo y propositivo, éstos no invitan a “pensar la imagen” y asumir que su construcción y decodificación no son procesos asépticos, sino que guardan valoraciones, omisiones, dudas…
Encuentros y desencuentros con la imagen
Desde el enfoque eminentemente lineal y progresivo, la imagen ha atravesado distintas etapas, usos, formas de expresión y materialización. Gubern (1987) introdujo la “hipótesis del lago” para establecer ese primer encuentro del ser humano con su reflejo en el agua y la identificación de la imagen. Gibson (1966) ve en el “acto gráfico fundamental” el primer acercamiento con la imagen, mientras que otros autores se centran en la percepción que delinearía la imagen representativa y la representación del mundo en imágenes. De aquí derivan consideraciones de la imagen como instrumento mágico-religioso, por una parte; y objeto de valoración estética, por el otro.
La relación con la escritura gestaría otros enfoques entre los cuales recordamos a Eco (1977), quien propone que las imágenes sean consideradas “textos visuales”. En este mismo orden es posible hablar de la era de la simulación (Baudrillard, 1984) y la transición de la imagen individual a la colectiva, potenciada por la tecnología que afecta la producción, masificación y apropiación de imágenes (a través de grabados, copiados, impresiones, fotografías, etc.).
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), por su parte, han hecho posible la reproductibilidad casi infinita de la imagen, donde no se puede determinar el curso de ésta una vez que entra en la red, siendo vulnerable de manipulaciones, retoques, reproducciones e incalculables usos que nos enfrentan con la post imagen, inmaterial, intangible, desarraigada, ubicua, sin lugar ni dueño.
La imagen puede ayudarnos a encontrarnos como Narciso en el lago, o a encontrar a otros como Barthes aquella tarde luego de la muerte de su madre cuando “volvió a encontrarla[5]”.
Pero, la imagen también puede producir desencuentros, producto de la tergiversación, de manipulaciones que no son advertidas o señaladas a las audiencias, y de montajes intencionados que la convierten en chivo expiatorio de los problemas de la sociedad.
La Sociedad en la era digital: Imagen, espectáculo y red
En una suerte de invisible y permeable frontera, parecen convivir –con sus fundamentos y actualizaciones- la “civilización de la imagen”, la “sociedad del espectáculo” y la “sociedad red”. Cada una suministrando cuotas a la amalgama global de la era digital. Así, confluyen: 1.- la necesidad de visualizar[6] todo; 2.- de suplantar el ser en tener, y el tener en parecer, representar y mostrar a través de las imágenes que median las relaciones sociales[7]; y 3.- las hiperconexiones que estructuran la sociedad a partir de procesos centrados en las TIC[8].
Actualmente, los acontecimientos de alcance global, al igual que la cotidianidad individual pasan, indefectiblemente, por el ojo y la mirada omnipresente que engulle, devora y vomita, en una especie de mutación sensorial en la que adormecemos nuestros sentidos, por el predominio de lo visual. Las TIC, como hemos dicho, han potenciado la masificación de la imagen, su alcance, distribución y penetración en distintas escalas que, en la relatividad de los intereses y preferencias, pueden abarcar desde un selfie hasta un atentado terrorista.
Esta necesidad de mostrar, representar y masificar ha sido entendida por los actores internacionales, quienes han convertido Internet y las redes sociales en un nuevo escenario en el que también se disputan liderazgos, primacías y lealtades y, como en otras relaciones, se busca persuadir y convencer.
Las imágenes son utilizadas no solo para ilustrar o complementar, sino también para construir discursos propios, con características y estéticas singulares, que se extienden por el ecosistema mediático y comunicacional. Esta necesidad de registrar, posar y mostrar hizo posible, por ejemplo, la captura y posterior exposición ante la opinión pública mundial de las fotos de la cárcel de Abu Gharib (2003, 2006) donde miembros de la Policía Militar estadounidenses torturan, maltratan y dan tratos crueles a los prisioneros, vanagloriándose de hacerlo y revelarlo ante la cámara. Una doble puesta en escena, por demás atroz y grotesca.
Las fotos de Muamar Gadafi muerto y ensangrentado (2011), constituyen la metáfora de un trofeo que, necesariamente, tiene valor al ser expuesto como símbolo de victoria, perpetuado en la evidencia del cuerpo inerte, rodeado del fervor de los rebeldes que tuvieron entre sus prioridades capturar y difundir estas imágenes.
La construcción de nuestra memoria colectiva se cimienta en imágenes de amplia divulgación mediática: atentados terroristas, migraciones, guerras, conflictos sociopolíticos. Ante la amplia atención mundial y tratamiento mediático de acontecimientos como estos, se ha afirmado que las audiencias son tratadas como rehenes infomediáticos, caracterizadas cada vez más por una gula visual que, en sus distintas presentaciones y formatos, delinea una comunicación basada en la cibervisualidad que circula y se extiende por la red.
Todo lo anterior nos hace preguntarnos si estamos retornando a un modelo de sociedad mediado por las imágenes como forma privilegiada de comunicación; si los memes, infografías, caricaturas y fotografías, constituyen los petroglifos contemporáneos, que dejarán huella sobre nuestra forma de vivir y comportarnos.
Sin conclusiones o respuesta definitivas, proponemos un acercamiento a nuestra cultura visual que nos permita, al menos, caracterizar los modos actuales de comunicarnos y expresarnos, y analizar el poder de la imagen en la sociedad actual, a nivel local y global.
La confluencia de imagen, espectáculo y red nos interpela sobre el presente y devenir de una sociedad que, ciertamente, produce imágenes agresivas, violentas, desafiantes, pero que también las consume, requiere y demanda, pues de lo contrario no se sustentara su existencia, propagación y permanencia en el tiempo, lo cual no significa, que sean las únicas o predominantes, aunque si, tal vez las más impactantes y controversiales.
Reflexiones finales
Si afirmamos que en el principio era –también- la imagen, podemos interpelarnos por el devenir de la misma. Al asumir la imagen como meta lenguaje debemos preguntarnos no sólo por lo que vemos y sentimos, sino también por lo que no vemos, lo que no está, lo que no fue encuadrado, fue omitido o borrado, valen pues las palabras de Barthes «una foto es siempre invisible, no es a ella a quien vemos» (1989: 32).
En la medida en que busquemos –y eventualmente, encontremos- repuestas a estas preguntas, entenderemos mejor nuestra cultura visual y nuestra sociedad en general. Comprenderemos por ejemplo por qué se difundió –y se permitió- un video con la ejecución de Saddan Hussein, pero no hay hasta la fecha ninguna prueba visual fidedigna de la muerte de Osama Bin Ladem. Tal vez, encontraremos alguna explicación a las detalladas imágenes sobre la muerte del Che Guevara[9], quien luego de ser ejecutado fue expuesto en una sala de lavandería para que los corresponsales de prensa pudieran constatar el deceso, identificar y fotografiar al cadáver.
De este modo, nos acercaremos con mirada acuciosa, crítica y perspicaz tanto a la imagen polisémica como al silencio de la imagen, configurando nuevas interpretaciones y resignificaciones.
Más que ser una confirmación de la realidad, la imagen construye nuestra identidad como sociedad, mostrando aquello que como individuos y colectivos estamos dispuestos a mostrar y a ocultar; a mirar y a obviar.
Optamos, pues, por la imagen como construcción de identidad, como reflejo fabricado, pero también como apropiación y canal de poder, de influencia y de persuasión[10] e incluso de adicción, de deseo continúo de ver y exhibir, de consumir y producir imágenes, de reafirmar el noema barthesiano del «esto ha sido[11]» y diversificarlo en primera persona: “yo estuve”, “yo fui”, “yo tengo”, y esbozar en fragmentos un intencionado “yo soy”, que la mayoría de las veces disocia la realidad real y la realidad virtual, la vida on line y la off line, lo tangible y lo anhelado, lo verídico y la ficción.
Desde las pinturas y grabados de las cuevas de Altamira hasta la abrumadora circulación de fotografías en redes sociales y plataformas digitales como instagram, flickr, facebook, las imágenes han manifestado una necesidad fundamental y consustancial del ser humano: comunicarse. Pero como se sabe la comunicación es un proceso en el que confluyen diversos actores y factores, siendo necesario trascender la unidireccionalidad discursiva en procura de la interacción y el intercambio.
De aquí, surgen paradojas en el campo de la comunicación visual y, más concretamente, de su desarrollo en la sociedad red. En este contexto, no sería exagerado afirmar, por ejemplo, que hoy día pasamos más tiempo tomando fotos que mirándolas; alimentando el ciberespacio con tantos contenidos visuales y audiovisuales que, muy probablemente, no nos alcanzará la vida para procesarlos[12].
No obstante, insistimos en que la imagen puede ser un indicador de nuestra sociedad, de sus pulsiones, principios y valores: “Descartes propuso el “cogito, ergo sum” y su coetáneo Gassendi repuso “ambulo, ergo sum”. Descartes existía gracias al pensamiento, Gassendi gracias al movimiento y a la acción. Hoy existimos gracias a las imágenes: “imago, ergo sun” (Fontcuberta, 2010: 17)
Sin olvidar sus funciones artísticas, documentales, mágico-religiosas, entre otras, las imágenes en la era digital se presentan como los espejos de Borges que, en oportunidades, se bifurcan y, a veces, juegan a dioses que multiplican tantas veces a los hombres que harían faltan millones de “Funes el memorioso” para almacenarlas. Imágenes que son recuerdos, información, huella, reflejos y piezas –no el todo, sino una parte- de nuestra identidad como individuos y sociedad y que, ineludiblemente, han estado, están y estarán en el principio y el fin de nuestra existencia.
Referencias
Barthes, Roland (1989) La cámara lúcida. Ediciones Paidós. Barcelona.
Didi-Huberman, George (s/f) Cuando las imagines tocan lo real. Disponible en:
http://www.macba.cat/uploads/20080408/Georges_Didi_Huberman_Cuando_las_imagenes_tocan_lo_real.pdf .
Dubois, Phillips (1986). El Acto Fotográfico. De la Representación a la Recepción. Paidós Comunicación. España.
Fontcuberta, Johan (2010). La cámara de Pandora. La fotografía después de la fotografía. Editorial Gustavo Gili. Barcelona, España.
Gómez, Marisa (2013). La Civilización de las Imágenes y el Pensamiento Visual. Disponible en: http://interartive.org/2012/02/civilizacion-imagenes-pensamiento-visual/#sthash.8VN8DKPC.dpuf
Pérez Daza, Johanna (2015). Fotografía en tiempos de darwinismo tecnológico. Revista Aularia, Vol. 4(2) Julio – 2015.
Sontag, Susan (1992). Sobre la Fotografía. Ed. Edhasa. Barcelona.
Soulages, Francois (2009). Malestar en la fotografía. Escritura e Imagen, 5, 239 – 255.
Zunzunegui, Santos (1988): “La imagen fotográfica” en Pensar la imagen. Madrid: Cátedra y Universidad del País Vasco.
Zylberman, Lior (2014). Errol Morris y los misterios de la fotografía. Ediciones UNL 2014. Disponible en: http://bibliotecavirtual.unl.edu.ar/publicaciones/index.php/Culturas/article/view/4323 .
[i] Ponencia presentada en el V Congreso Venezolano de Investigadores de la Comunicación (INVECOM), Caracas, del 27 al 29 de julio de 2015.
[2] La reinvención de la mirada. Entrevista a Georges Didi-Huberman (2014). Disponible en: http://www.revistaenie.clarin.com/edicion-impresa/reinvencion-mirada-critica_0_1219678037.html . Consultada el: 28/09/2014
[3] Lo que en el caso concreto de la fotografía ha llevado a reconocidos fotógrafos a afirmar que:
“Hoy todos somos fotógrafos, pero con una cultura visual escasa”. Pedro Meyer. Entrevista disponible en: http://www.eldiario.es/cultura/Sebastiao-Salgado-afirma-fotografia-memoria_0_263523887.html . Consultado el 24/05/2014.
“La fotografía ha dejado de ser memoria» Sebastio Salgado. Entrevista disponible en: http://t.co/BO5o9ELHmF . Consultado el: 27/02/2015.
“Las fotos de hoy solo intensifican el vertedero de imágenes de internet” Johan Fontcuberta. Entrevista disponible en: http://www.lavanguardia.com/tecnologia/internet/20141023/54417436497/joan-fontcuberta-fotos-internet.html . Consultado el: 25/11/2014.
[4] Y, en el caso concreto de la fotografía, coincidir o no con Lázlò Moholy-Nagy, a quien se le atribuye la frase: «Los analfabetos del futuro no serán los que no sepan escribir sino los que no sepan fotografiar”.
[5] “Así iba yo mirando, solo en el apartamento donde ella acababa de morir, bajo la lámpara, una a una, esas fotos de mi madre, volviendo atrás poco a poco en el tiempo con ella, buscando la verdad de su rostro que yo había amado. Y la descubrí.” (Barthes, 1989: 108-109).
[6] “la cultura visual no depende de las imágenes en sí mismas, sino de la tendencia moderna a plasmar en imágenes o visualizar la existencia.” (Mirzoeff, 2003: 23).
[7] “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes.” (Debord, 1967: 3).
[8] “Una sociedad red es aquella cuya estructura social está compuesta de redes activadas por tecnologías digitales de la comunicación y la información basadas en la microelectrónica. Entiendo por estructura social aquellos acuerdos organizativos humanos en relación con la producción, el consumo, la reproducción, la experiencia y el poder expresados mediante una comunicación significativa codificada por la cultura.” (Castells: 2001: 50-51).
[9] Recientemente salen a la luz pública 8 fotos inéditas que habían permanecido guardadas durante 47 años. Ver: “Las fotografías del cadáver del Che olvidadas en un pueblo español”. Disponible en: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/10/141029_fotografias_perdidas_che_ac . Consultado el 05/11/2014.
[10] En esta sintonía Susan Sontag aborda el acto fotográfico y afirma: «Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa ponerse a sí mismo en una relación con el mundo que se siente como conocimiento y, por lo tanto, como poder”. (Sontag, 1977: 16).
[11] Que como se ha advertido desde la semiótica, se concentra sólo en una parte de las múltiples posibilidades de la fotografía, limitando sus funciones.
[12] No en vano afirma Fontcuberta: “Hoy Alonso Quijano no enloquecería leyendo novelas de caballería sino frente a una pantalla de ordenador. Las fotos ya no recogen recuerdos para guardar sino mensajes para enviar e intercambiar.” (Fontcuberta, 2011: 1).
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[1] Ponencia presentada en el V Congreso Venezolano de Investigadores de la Comunicación (INVECOM), Caracas, del 27 al 29 de julio de 2015.
[1] La reinvención de la mirada. Entrevista a Georges Didi-Huberman (2014). Disponible en: http://www.revistaenie.clarin.com/edicion-impresa/reinvencion-mirada-critica_0_1219678037.html . Consultada el: 28/09/2014
[1] Lo que en el caso concreto de la fotografía ha llevado a reconocidos fotógrafos a afirmar que:
“Hoy todos somos fotógrafos, pero con una cultura visual escasa”. Pedro Meyer. Entrevista disponible en: http://www.eldiario.es/cultura/Sebastiao-Salgado-afirma-fotografia-memoria_0_263523887.html . Consultado el 24/05/2014.
“La fotografía ha dejado de ser memoria» Sebastio Salgado. Entrevista disponible en: http://t.co/BO5o9ELHmF . Consultado el: 27/02/2015.
“Las fotos de hoy solo intensifican el vertedero de imágenes de internet” Johan Fontcuberta. Entrevista disponible en: http://www.lavanguardia.com/tecnologia/internet/20141023/54417436497/joan-fontcuberta-fotos-internet.html . Consultado el: 25/11/2014.
[1] Y, en el caso concreto de la fotografía, coincidir o no con Lázlò Moholy-Nagy, a quien se le atribuye la frase: «Los analfabetos del futuro no serán los que no sepan escribir sino los que no sepan fotografiar”.
[1] “Así iba yo mirando, solo en el apartamento donde ella acababa de morir, bajo la lámpara, una a una, esas fotos de mi madre, volviendo atrás poco a poco en el tiempo con ella, buscando la verdad de su rostro que yo había amado. Y la descubrí.” (Barthes, 1989: 108-109).
[1] “la cultura visual no depende de las imágenes en sí mismas, sino de la tendencia moderna a plasmar en imágenes o visualizar la existencia.” (Mirzoeff, 2003: 23).
[1] “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes.” (Debord, 1967: 3).
[1] “Una sociedad red es aquella cuya estructura social está compuesta de redes activadas por tecnologías digitales de la comunicación y la información basadas en la microelectrónica. Entiendo por estructura social aquellos acuerdos organizativos humanos en relación con la producción, el consumo, la reproducción, la experiencia y el poder expresados mediante una comunicación significativa codificada por la cultura.” (Castells: 2001: 50-51).
[1] Recientemente salen a la luz pública 8 fotos inéditas que habían permanecido guardadas durante 47 años. Ver: “Las fotografías del cadáver del Che olvidadas en un pueblo español”. Disponible en: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/10/141029_fotografias_perdidas_che_ac . Consultado el 05/11/2014.
[1] En esta sintonía Susan Sontag aborda el acto fotográfico y afirma: «Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa ponerse a sí mismo en una relación con el mundo que se siente como conocimiento y, por lo tanto, como poder”. (Sontag, 1977: 16).
[1] Que como se ha advertido desde la semiótica, se concentra sólo en una parte de las múltiples posibilidades de la fotografía, limitando sus funciones.
[1] No en vano afirma Fontcuberta: “Hoy Alonso Quijano no enloquecería leyendo novelas de caballería sino frente a una pantalla de ordenador. Las fotos ya no recogen recuerdos para guardar sino mensajes para enviar e intercambiar.” (Fontcuberta, 2011: 1).