El anacrónico Salgado

Cada tanto vuelven a aparecer mediáticamente algunos fotógrafos, de esos que forman parte del altar de la historia de la fotografía a declarar sobre las dificultades que se les presentan para entender lo que sucede con la fotografía como tecnología y como medio. Y es natural, siempre pensamos que nuestro tiempo fue mejor. Pero no es solo eso. detrás de esas declaraciones existe una trama de ego y poder que no quiere ser perdido, o un reconocimiento que no quiere perderse en el olvido.

Desde los años veinte del siglo pasado quedo precisado para los fotógrafos, que una buena fotografía o un buen fotógrafo era aquel capaz de llevar la técnica a su máxima expresión, pero especialmente, capturar una realidad o una esencia única y poderosa.  Ambos enunciados han sido desmontados por varios autores a lo largo de los últimos años. De hecho, platicamos un poco de esto en el capítulo 13 del #Podcastpensarlaimagen, aquí se los comparto.


Sin embargo, pese a tantos pensamientos y teorías, en este 2023, aparece nuevamente uno de los fotógrafos más dogmáticos del siglo XX, Sebastiao Salgado (Minas Gerais, Brasil, 1944) y nos dice que «Los fotógrafos tienen una «preocupación por mostrar la realidad» y ser «espejo y memoria de la sociedad» (El Universal,2023). Diferenciandolo de esa especie extraña de seres humanos que usan sus cámaras móviles para fotografíar todo lo que sucede a su alrededor.

Salgado intenta desmarcar un tipo de fotografía realizado con equipos profesionales, con un trabajo de investigación e impreso, de aquella fotografía virtual de móviles que se cuenta por millones por segundo. «tomar instantáneas con teléfono móvil «no es fotografía», sino utilizar «un sistema de comunicación por imágenes» (El Universal,2023).

No podemos sino estar de acuerdo en que hay una diferencia. Pero no en el sentido que marca Salgado. A mi modo de ver, pasamos de una disciplina que era elitista, fetichista, que requería de un conocimiento técnico preciso, a una indisciplina, que no se rige por reglas, donde la imagen es un lenguaje común e intercambiable, que no requiere un conocimiento técnico, pues la tecnología lo absorvió y lo ha devuelto masticado y digerido para que cualquier ser humano, incluso sin humanos, con una cámara tome fotos. Es decir, se ha democratizado el hecho de hacer imágenes que representan el mundo. Ya no lo representan un conjunto de fotógrafos autodenominados poseedores de la verdad y la realidad, sino que es representado cada segundo por personas que cuentan su verdad y realidad particular.

Este gesto en la realización de imágenes de nuestro tiempo nos ha ayudado a entender la diversidad multicultural del mundo y no esa suerte de estandarización de las culturas que la fotografía del siglo XX, con su mirada y gestualidad colonial, acuñó como estrategia narcisista y que podemos ver en el trabajo de Salgado. Por ejemplo, en su trabajo «Génesis», da lo mismo ver a un paisaje en América del sur, que en África o en «Éxodo», ver filas de seres humanos en un montaña del cercano oriente que en la India. Sus fotografías aplanan a las comunidades y en muchos casos las espectaculariza, todo en función de «una buena fotografía»

Hay que decir también, que esta fotografía extendida de nuestro tiempo, también va rumbo a una estandarización, pero no por el aparato fotográfico, sino por los dispositivos de distribución como Tik tok o Instagram, que estimulan la estandarización estética y discursiva de todos sus usuarios.

En todo caso, no creo que la fotografía ni del siglo XX y ni la del siglo XXI se diferencien si le prestamos atención solo al aparato o a la técnica, pues salvo algunas automatizaciones, su programación es la misma. El cambio o la ruptura con un modo de representar al mundo con la fotografía sucede en lo profundo, y entre otros valores, está el problematizar el poder de la fotografía y desvincularla de los espacios hegemónicos de poder, que se manifiestan en estéticas, tendencias temáticas e ideológicas, entre otros.