Jorge Andrés Castillo » Mi filosofía siempre es: Fotografía hasta que te lo prohíban.»
FOTOCLICK #1 | Jorge Andrés Castillo
Por Marcel del Castillo @mardelcastillo
Seis meses antes de aquel 9 de noviembre de 1989, cuando cayó definitivamente el Muro que dividía la ciudad epicentro de la guerra fría, un fotógrafo venezolano hacía una ronda por las calles de Berlín occidental y oriental con una Rolleiflex 6×6 prestada. Su mirada de investigador hurgaba entre las grietas de un muro las posibilidades del socialismo soviético y los contrastes exagerados del capitalismo occidental en una misma ciudad. Cruzada a todo su largo por un Muro contenedor de pensamientos y emociones la capital Alemana era ya su lienzo, su negativo aún virgen donde comenzar a revelar imágenes que expresaran esa atmósfera extraña que surcaba las calles del siempre nublado Berlín.
Jorge Andrés Castillo ( Caracas-Venezuela), como casi toda juventud universitaria se inclinaba por sus pensamientos de izquierda, y visitar ese Berlín oriental era un sueño acompañado de unas ganas profundas de descubrir, en la práctica y con la claridad de los hechos, aquellas ideas sociales de las cuales simpatizaba. Su mirada crítica fue descubriendo en una paseo que raya la ficción, aquella realidad sorda que lo sensibilizó y luego imprimió en rollos de películas banco y negro.
Aún hoy, 25 años después de aquella vivencia, Jorge recuerda todo con la precisión de un detective. Detalles de rostros, gestos, calles, luces. Mientras conversamos nos muestra el bolso, que aún conserva, donde cargaba la cámara en aquél viaje, las postales que envió a su familia en Venezuela, y por su puesto las fotografías: las del Muro en su esplendor y las de la caída del Muro junto a toda una época completa de la historia contemporánea del mundo.
La Venezuela del siglo XXI removió algunas de esas emociones e imágenes de aquel Berlín de su juventud, y en 2011 decide junto a dos compañeros fotógrafos darle cuerpo a este proyecto titulándolo Grietas Invisibles. Este 2014 en el 25 aniversario de aquel hecho histórico, la muestra fotográfica se ha exhibido en distintos espacios culturales en Venezuela y Estados Unidos.
¿En qué momento y cómo decides darle forma a este proyecto Grietas invisibles?
Para 2010, Gabriel Osorio, Ernesto Constante y Andrés Manner, con motivo de abrir una galería especializada en fotografía en Caracas, me invitaron junto a otros fotógrafos para presentar proyectos. Yo les presente varios portafolios, pero ellos encontraron en el baúl de los recuerdos estos negativos e hicieron todo un alboroto, y dijeron: «¡Ésta es!», se fajaron e hicieron una curaduría de 27 fotos un poco orientado hacia el tema del archivo, que la potencia del archivo tiene que ver con el tiempo y el espacio. Al final decidieron, en el discurso curatorial, enfocarse solamente en las imágenes antes de la caída del Muro, valoraron que eso era lo importante, porque una vez caído el Muro hay millones de fotografías de ese evento por lo noticioso, pero por la casualidad de haber estado ahí seis meses antes, en abril de 1989 y la sensibilidad que muestran las fotografías, primaron en la valoración de ellos las imágenes previas a la caída
¿Que hacía Jorge Andrés Castillo, un caraqueño de veintitantos años, en Berlín seis meses antes de la caída del Muro?.
Yo me encontraba realizando el ciclo básico de la carrera de diseño de la comunicación mención fotografía y cine en la Universidad de Essen al norte de Alemania. Había llegado a Essen 2 años antes para aprender el idioma. En el 89 el servicio de intercambio estudiantil de Alemania organizaba viajes hacia Berlín para estudiantes extranjeros con el propósito de mostrar lo que era la cultura alemana. En esa oportunidad yo me fui junto a otros 250 estudiantes extranjeros a estudiar la cultura, historia, filosofía, arte e industria y conocer la ciudad durante una semana. Inmediatamente me enfoqué en preparar una historia sobre el muro de Berlín, yo era estudiante de fotografía y eso era lo que se discutía en la universidad todos los días.
¿Cuando tomas ese viaje a Berlín, ya te vas con la idea del proyecto fotográfico o nació allá?
Yo tenia la intención totalmente, de hecho pedí al departamento de fotografía de la universidad una Rolleiflex prestada, reuní dinero para comprar rollos, me preparé teóricamente sobre la geografía e historia del Muro y fui con toda la intención de fotografiarlo y con la idea de pasar para el otro lado.
Una vez en ahí, ¿Cómo fue el encuentro con la ciudad, con las ideas preconcebidas y estudiadas, con la realidad que te conseguiste?
Es muy fuerte, porque en ese momento, como todos los jóvenes, simpatizaba con un mundo mas justo e igual, y lo que estaba mas allá del muro era para mi la utopía de la felicidad, de la distribución de la riqueza justamente y la disminución de los estratos sociales tan separados que vivimos en occidente. Los valores del socialismo siempre estuvieron en mi mente, y yo iba un poco a corroborar lo que se hablaba. Se hablaban atrocidades y mitos urbanos sobre el bloque soviético y yo iba a verlo, a comprobarlo.
Hoy día el material fílmico, literario y artístico sobre lo que significó el muro de Berlín y todo lo que se vivía en ambos lados de la ciudad se cuenta por cientos, si además le añadimos el museo de la topografía del terror inaugurado en Berlín sobre las ruinas de las centrales de la Gestapo y las ss. en 2010, poco nos queda por ver y escuchar de todos los acontecimientos que allí sucedieron. Pero eso dista mucho de haber estado ahí, caminado por sus calles, cruzar el muro a pie y vivir y ver con tus propios ojos todo el horror y extravagancia que hoy día son patrimonio de la historia universal.
Jorge Andrés, joven latinoamericano y universitario se adentró por las grietas del muro, sin siquiera pensar que poco tiempo después caería. Lo que nos cuenta de su experiencia de forma apasionada y melancólica llega a los límites de la ficción
«de los 250 compañeros yo era el único que quería ir al otro lado. Todos mis compañeros del curso me decían: ¿tú estás loco? ¡eso no se hace !,¡te van a meter un tiro! ¡no te van a dejar volver! , y me fueron apagando la idea.»
Pero es un músico colombiano que cantaba «compadre pancho» en el metro de Berlín quien le devuelve el valor para cruzar, explicándole un poco las señas para poder pasar con seguridad al otro lado. El pasaporte venezolano y el carnet de la universidad le sirvieron para poder pasar tranquilo. Los ciudadanos venezolanos eran de los pocos que podían cruzar el muro junto a los pares de otros países latinoamericanos y los países socialistas.
«una vez entras es como entrar a un parque temático, como el show de Truman, todo cambia, todo es lento, como si todos estuvieran actuando. Todo es muy gris, derruido, no hay avisos, y empiezo a ver que la gente camina lento y cabizbajo, con bolsas de tela desvencijadas. Para mi fue un gran shock.«
Con tan sólo un día y 25 marcos alemanes en el bolsillo que debía gastar obligatoriamente, pudo comprobar lo que sucedía del otro lado y que estaba vedado al mundo. Jorge Andrés vivió en su propia piel el interrogatorio de un esbirro en las oficinas del correo postal, la paranoia de la persecución, la prohibición de fotografiar ciertos edificios, así como la desconfiada conversación con jóvenes contemporáneos a él en una discoteca, donde no se atrevían a contar mucho pensando que los escuchaban o que el mismo Jorge era un espía. Sus imágenes recaban una arquitectura venida a menos, descolorida, calles vacías, sin luces, sin direcciones, sin avisos de publicidad.
«al llegar al final del día salgo de la discoteca y me encuentro que no hay luces, no hay direcciones, me pierdo, me desespero, hasta que vi un resplandor en el cielo y digo: ¡para allá es! Pase del otro lado asustado que me quitaran los rollos en la frontera y cuando entro, es todo lo contrario, full gente, todo alumbrado, carros de todos los modelos, los jóvenes saliendo a rumbear, este Berlín era totalmente artificial, era exagerado para crear un contraste.»
¿Seis meses después donde te tomó la noticia de la caída del Muro?
Estoy en la universidad en el laboratorio revelando y escucho en la radio lo de la caída del Muro, inmediatamente tomo los equipos y me voy a Berlín para seguir con el ensayo fotográfico y vivir lo que estaba pasando. Ayudo a tumbar el muro, con todos las herramientas que habían ahí, nadie se las llevaba, las turnaban o las prestaban, era como un carnaval loco las 24 horas. Repartían comida. Personas de todas partes del mundo. Nunca he vivido algo parecido.
Un carnaval con un trasfondo social y político muy profundos…
El final de la guerra fría, el rendimiento del comunismo como propuesta mundial, un sentimiento encontrado porque efectivamente creí en algo falso, yo tenía una imagen de eso que no era y lo vi al caer.
¿Y cómo llevaste eso a las imágenes?, porque hay dos cosas, el hecho histórico y la decepción personal.
Ya en la universidad , en los salones, los pasillos y la cafetería ya me habían tumbado el mito de la felicidad, porque me echaban los cuentos del deterioro, las desviaciones humanas, tal como se ve en la película «La vida de los otros», esa fue la atmósfera que yo viví. Persecuciones, privilegios, espionaje, etc.
Fue la desilusión de creer en algo que era mentira, que no era cierto y después una liberación de que el mundo cambió y pasamos a otro estado. También encontré frustración en la gente que si creyó en esa política por 40 años y de pronto se lo derrumban.
Algo interesante es que en la muestra de 27 fotografías, se escogieron cuatro de diciembre de 1989, la atmósfera que trasmiten esas fotografías se parecen a las anteriores, a las de seis meses antes. Se siente que hay una caída del muro de forma soterrada.
Una vez te devuelves a Essen y a Venezuela posteriormente, ¿Cómo canalizaste estas imágenes?. Imagino la cantidad de negativos por ver y editar.¿Cómo le diste forma al proyecto?
Todavía tengo la tarea. Yo hice un libro de este material, una especie de maqueta. Las exposiciones y posteriores curadurías fueron imágenes sacadas de esta selección mía. Me arrepiento mucho de no haber fotografiado algunas cosas o no haber insistido más en otras. Cuando llegué a Berlín no había ninguna efervescencia política, ni tragedia, ni evento noticioso o algo en particular que fotografiar. Era todo muy pasivo. El Muro estaba ahí. La gente no sospechaba que eso iba a caer en pocos meses. No tenía nada que comunicar, sino, yo sólo frente al Muro… Hoy en perspectiva siento que disparaba la cámara para protestar, para agredir, para tumbarlo. Pero las fotos las fui a ver después, porque fue un proceso aterrador, tenia una paranoia tremenda de que me iban disparar del muro y a quitar la cámara.
Y ahora después de 25 años, Marcel, en Caracas siento lo mismo, me doy cuenta que la historia se me repite , que soy testigo de algo que ya viví y las coincidencias son las mismas: los jóvenes se quieren ir igual que en Berlín oriental; ese sistema auyentaba a su talento, cosa que esta sucediendo acá. Las colas, el control mediático, la ineficiencia, en Berlín todo era controlado por el estado. Caigo que lo estoy viviendo otra vez, y ahí sale este esfuerzo muy grande de mostrar estas fotos y darnos cuenta que nos estamos repitiendo y que no es de los alemanes o venezolanos, sino del hombre de amurallarse, dejar gente afuera, bueno desde el medioevo pues. No hay una madurez de mezclar, de crear un sistema de sociedades donde no hacen falta los muros, las garitas, las cámaras de vigilancias, las rejas, y eso es un poco el meta mensaje, yo no lo hablo abiertamente, espero que los espectadores lleguen a esa conclusión. Yo fui testigo de eso, lo estoy viviendo otra vez, mis amigos se estan yendo y yo me tendré que ir.
Un poco la idea de difundir este trabajo es una forma de protestar y catalizar ese sentimiento
Reflexionar sobre la manía del hombre de hacerse de la verdad y construir muros, poner juicios de valores que van en contra de la traición humana.
Para la fecha había mucho material fotográfico sobre todo lo que estaba pasando en Alemania, ¿tú tenías alguna referencia de ese trabajo? ¿Alguna influencia de un documentalista en particular?
Yo estaba muy impregnado de lo documental influenciado por el de hecho de que la Universidad de Essen tiene una tradición documentalista muy fuerte, de ahí salieron los más duros, de National Geographic, la escuela de los Becher en Dusseldorf. Yo venía de fotografiar la calle en Caracas, un documentalismo tradicional. Yo tenia una influencia muy grande de la agencia Magnum, la nueva tendencia que se estaba gestando en Alemania, los Thomas Ruff, el matrimonio Becher. El núcleo de profesores míos fueron estudiantes de estos personajes. Yo estaba muy impregando por una mirada objetiva con tendencia personal pero respirando la ética del documentalismo de no intervenir, no cambiar, de ser fiel a la realidad, pero estando consciente de que todo eso es mentira, que todo influye en el momento de disparar: el encuadre, diafragma, el grano, el revelado, todo eso es autoral, subjetivo.
Claro, de alguna forma ese objetividad se confrontó a tus ideas y sentimientos que querías mostrar…
Yo inmediatamente me di cuenta que nadie podía tener razón ,ni oriente ni occidente, ni yo ni ellos. Había una crisis abismal esquizofrénica. Y pensé, esto no esta bien, aquí hay un error grave, histórico, y no se cual es. Cuestiono ambos lados. Y obviamente entre esta crisis y esa melancolía por la frustración de conocer la realidad, yo no quería mostrar en las imágenes algo que no estaba, yo no podía traicionar lo que veía. Yo pude haber manipulado, pero la fotografía hace lo suyo, solo tengo que estar ahí, exponer, revelar correctamente, yo ya no podía mostrar una idea que estaba en mi mente y ocultar una realidad, un crimen terrible.
La Rolleiflex no es un cámara pequeña de fácil manejo, ¿Cómo te enfrentaste a la gente, al Muro con una cámara donde no puedes disimular?
Siempre he tenido mucha conciencia de sacar la cámara y de lo que representa para la gente y eso lo aprendí de Gorka Dorronsoro, un profesor y fotógrafo venezolano, que siempre recalcó el tema de que hay que demostrar corporalmente que uno es inocuo. Cartier Bresson habla mucho de eso, que uno no quiere hacer daño, aprovecharse, uno no es peligroso, pero es un tema corporal, no explicarlo con palabras. Yo pido perdón antes de pedir permiso, yo voy sacando la cámara y disparando de una forma quizá agresiva pero para abrirme de una vez. Sino puedo me dices de una. Yo llevaba la cámara en un bolso pequeño de estudiante. Yo era consciente del peligro al que me estaba exponiendo por una situación política de mucho roce, la guerra fría, pero yo tenia que hacerlo. Yo tenia que entrar a ver esa realidad. Mi filosofía siempre es: fotografía hasta que te lo prohíban.
Luego de regresar a Caracas y trabajar para diferentes medios venezolanos, Jorge recibe la importante e innovadora misión de dirigir la transición de la fotografía análoga a la digital en el proceso periodístico de uno de los diarios más influyentes de venezuela y américa latina: el nacional. Trajo de aquella experiencia la rigurosidad investigativa, su visión del hecho documental y la influencia del autor, siempre con el respeto a la ética del documentalismo de la no intervención.
Actualmente es profesor de fotografía en la facultad de arquitectura de la UCV, profesor de cine de la Ucab y del Cief. Queda pendiente un nuevo viaje a Berlín para cerrar este proyecto y ese ciclo, del que espera, si consigue el apoyo financiero, culminar con un libro.
Sigue desarrollando proyectos fotográficos enfocados en la arquitectura y la realidad venezolana.
«yo trato de fotografiar fachadas que siento que van a cambiar, como en aquel momento en Alemania. Fotografío en el centro de Caracas, en la plaza Venezuela, esquinas, edificios, peatones, protestas. Yo estoy aquí en esta hora , levanto la cámara y disparo lo que veo, no quiero hacer elucubraciones, sólo se que son documentos que el tiempo le dará valor y variadas lecturas.»
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