Fotografiar para vivir
¿Qué es la fotografía en la vida de un fotógrafo? ¿Se fotografía para vivir o se vive para fotografiar? ¿Te encuentras con la fotografía o la fotografía te encuentra? Estas preguntas son una de las estaciones de mi mundo interno, llegan, se instalan un rato y se van, para después volver. Son parte de un sistema que se activa una y otra vez en la búsqueda de una respuesta cada vez más clara y, por lo mismo, difusa.
¿Qué es la fotografía en la vida de un fotógrafo? Esta pregunta es tanto acotada como ambigua porque puede tener una respuesta tan general como decir que es un medio que se utiliza para ser fotógrafo o tan diversa y singular como tipos de fotógrafos existen. En mi caso, puedo decir que la fotografía sí es un medio que utilizo, pero con distintos fines que pueden resultar contradictorios. Así es que la uso para construir una historia familiar con cumpleaños, vacaciones, momentos importantes como recibir un reconocimiento o participar en una exposición y, también, la he usado para tener evidencia de que en la oficina sí se ha cambiado la tinta de la impresora.
Pero más allá de la practica en la vida cotidiana de cualquier persona, en el caso específico de un fotógrafo, la fotografía es, antes que nada, un medio de comunicación de ideas, que no de imágenes, porque lo que importa es comunicar una idea a través de imágenes. Si existen imágenes que no comunican son como palabras desordenadas que pueden estar bien escritas pero no tener sentido, no contar absolutamente nada.
Hubert Damisch, en su quinto apunte para una fenomenología de la imagen fotográfica, asegura que: “La fotografía tiene aspiraciones de arte cada vez que en la práctica cuestiona su propia esencia y sus roles históricos, cada vez que descubre el carácter contingente de estas cosas, reclamando de nosotros, con insistencia, al productor más que al consumidor de imágenes.” En este sentido, la fotografía es el medio que utilizo para comunicar ideas que contienen una manera de ver, entender y cuestionar el mundo.
¿Se fotografía para vivir o se vive para fotografiar? Cuando comencé a trabajar como fotógrafo, evidentemente lo hacía para vivir. Desarrollé un oficio sobre la práctica. Recibía un salario, primero por tomar fotografías infantiles o de pasaporte y hacer estudios de bodas o de quinceañeras, después como fotógrafo del equipo de comunicación de dos gobernadores. Al finalizar este tránsito que duró 10 años, en donde viví el paso del laboratorio fotográfico de color al photoshop, dejé de cobrar como operador de una cámara y comencé a desarrollar estrategias que me permitieran alcanzar mi sueño: vivir para fotografiar.
Cuando hablo de vivir para fotografiar no me refiero a esa concepción romántica del fotógrafo de National Geographic que viaja por el mundo y vive de sus reportajes, profesión que en fechas recientes está desacreditada por romper el mandamiento fotográfico de “Ninguna imagen intervendrás” o, lo que es lo mismo, utilizar mal una herramienta de edición en un medio fotográfico que raya en la intolerancia de los fundamentalismos religiosos, en donde el último ángel caído en desgracia es Steve McCurry.
Por vivir para fotografiar me refiero a tener el tiempo, y las herramientas necesarias, para seguir aprendiendo y explorando las posibilidades de la fotografía como medio de creación. Un aprendizaje que involucra estar actualizado en el desarrollo tecnológico y los procesos de crítica y producción de la imagen contemporánea.
En un sentido romántico, diferente al anterior, Kandisky menciona en De lo espiritual en el arte, que: “A medida que el ser humano se desarrolla, aumenta el número de cualidades que atribuye a los objetos y los seres. Cuando se alcanza un alto nivel de desarrollo de la sensibilidad, los objetos y los seres adquieren un valor interior y, por último, hasta un sonido interno.” Y es ese sonido interno el que estimula a vivir para crear.
¿Te encuentras con la fotografía o la fotografía te encuentra? A pesar de creer plenamente en el libre albedrío, siempre me ha gustado esta idea del destino como algo que ya está escrito, trazado, pero de lo que se desconoce el desenlace, el final. Por eso me gustan las historias sobre cómo es que una persona decide ser fotógrafo/a. Parece que están predestinados a esto.
Por ejemplo, Andrés Serrano ingresó a la escuela de arte y después de un par de años la abandonó, pero comenzó a vivir con una mujer que tenía una cámara con la que pudo hacer algunas fotografías, dándose cuenta que también de esta manera podía ser un artista. Al respecto, Serrano dijo en una entrevista a Olivia María Rubio, “Como ves, a veces las cosas se deciden por una mera cuestión práctica. Como artista, sentí que me era más fácil tener bajo control unas fotografías que unos cuadros.”
Graciela Iturbide, por su parte, primero quería ser escritora, después entró a estudiar cine, dirigiendo dos cintas y actuando una más, hasta que conoció a Manuel Álvarez Bravo y todo cambio. “Entonces me acerqué a él (Álvarez Bravo) para que me dedicara un libro y preguntarle si yo podía asistir a su clase: un curso de fotografía normal. Nadie iba a su curso porque todos consideraban la fotografía como la niña pobre del cine. Manuel Álvarez Bravo no solamente me dejó asistir a su curso sino que inmediatamente me ofreció ser su ‘achichincle’.” Contó Iturbide a Fabienne Brandu en una entrevista.
Antes de encontrar a la fotografía, la fotografía me encontró a mí, antes de poder decidir sobre el futuro y lo que quería en la vida, la necesidad me llevó a convertirme en fotógrafo. Sin glamour como los ejemplos anteriores, pese a todo, vivo feliz.