Hacia la convergencia fotográfica
Dos imágenes distantes y aparentemente inconexas, muestran dos contextos que nos retan a pensar la fotografía y la sociedad en la que esta se origina.

La primera corresponde a un partido de voleibol playa femenino en el marco de las Olimpiadas Río 2016. En ella se observa a dos mujeres separadas por la malla tratando de alcanzar la pelota, cada una a su manera, ambas con los brazos extendidos pero diferente gesticulación en sus manos. Más allá de esta simple descripción, esta foto tuvo amplia difusión y múltiples interpretaciones, de las cuales quisiera destacar las siguientes:
Las dos son atletas [que] representan a sus respectivos países (…) Sin embargo, la imagen ilustra una clara diferencia cultural entre ambas.
De un lado de la red está la egipcia Doaa Elghobashy, cubierta desde los tobillos hasta la cabeza, mientras que del otro está la alemana Kira Walkenhorst, vistiendo un bikini.
En ese simple salto donde una deportista busca pasar la pelota y la otra detenerla se muestra mucho más que un punto.
La poderosa imagen del partido del domingo de voleibol playa femenino entre Egipto y Alemania, resume los contrastes culturales propio de las Olimpiadas…[1] (Portal Ideal Deportivo, Uruguay. Destacado nuestro)
En la siguiente afirmación también se considera el contraste, las diferencias y se introduce un enfoque:
Dos culturas. Dos realidades. Un mismo deporte. En Río 2016, el beach volley dejó una imagen que revolucionó las redes sociales y se volvió viral rápidamente.
Allí, aparece la jugadora egipcia Doaa el-Ghobashy, totalmente cubierta y con hijab, frente a la alemana Kira Walkenhorst, con el bikini natural. El contraste fue capturado por la fotógrafa Lucy Nicholson de la agencia Reuters y en Internet se la comentó como la imagen que resume el espíritu olímpico de respeto y convivencia[2]. (Portal GiraBSAS, Argentina. Destacado nuestro)
No es extraño que una imagen, una única imagen pueda tener tantas interpretaciones como espectadores y esto también puede variar de acuerdo a las emociones y circunstancias que en distintos momentos acompañen a estos «lectores de la imagen».
La segunda fotografía nos sitúa en una de las fronteras más polémicas y transitadas, fue capturada por Jeff Topping, también de la agencia Reuters. Como la foto anterior muestra un partido en el que se utiliza el muro fronterizo como una red gigante para jugar el denominado “Wallyball”, según la revista revista Quartz, se trata de “una tradición anual de las ciudades de Naco Arizona, en los Estados Unidos y Naco, Sonora, en México. Cada abril, los equipos de ambos lados de la frontera se enfrentan en esta versión de ritmo rápido de voleibol”. Es parte de la fiesta binacional que se celebra desde 1979 y que, según el ex alcalde Juan Lorenzo Villegas “representa la celebración de la unión de los dos países”. La mencionada revista subraya que “lo que es inusual es que tanto los equipos de México y Estados Unidos están jugando en casa, cada cual de su lado de la valla como red”[3]
Una malla o red, y un muro o frontera denotan separación, sin embargo, en estos casos las connotaciones parecen apuntar, más bien, a la convergencia, a conexiones entre diferentes culturas, países e ideologías.
Estas interpretaciones están influidas por elementos socioculturales e históricos, que van demarcando posturas y roles. De ambas imágenes se pueden extraer consideraciones sobre divisiones o puntos de encuentro, entre diferencias que, no necesariamente, se oponen, aunque parezca un contrasentido.
La fotografía de un acontecimiento en particular puede generar, al menos, tres tipos de lecturas: foto-suceso, para quien lo vivió en primera persona; foto-referencia para quien sólo fue testigo; foto-historia para quien estuvo distante y hace una lectura posterior. Tres puntos de vista válidos. Tres miradas que convergen en diégesis simultánea.
Así, cada fotografía tiene un significado para su autor, para los sujetos fotografiados, para quienes tienen una relación directa o experiencia previa con el objeto fotografiado, y para quienes son ajenos a éste. A partir de aquí la imagen fotográfica ha sido entendida desde distintos ángulos: la fotografía como circunstancia; como experiencia; como expresión; como unidad de información; como forma de comunicación basada en los planteamientos de Habermas sobre armonía de los contrarios y diálogos de sentidos. A esto podemos añadir el lema del FotoSeptiembre 2016 (Panamá) mediante el cual se invita a pensarla como tejido cultural, al tiempo que interpela: “¿Una fotografía es una pregunta?”
Cada enfoque nos presenta categorías de análisis, muchas veces disociadas, unitarias. En la fotografía, como en la vida misma, tendemos a acentuar más las diferencias que los vínculos. Es necesario replantear la polisemia de la imagen en términos de convergencia, de sumatoria de visiones para producir distintos significados a través de los referentes culturales. Los nuevos tiempos, enmarcados en la era digital, invitan a deslastrarnos de la mirada seccionada que ve la fotografía desde una percepción lineal en cuanto a causa y efecto: unos fotografían, otros contemplan; unos producen imágenes, otros las consumen.
Se trata pues de acercarnos a la imagen como generadora y resignificadora de culturas e interacciones. La lectura fotográfica no debería diseccionarse en parcelas aisladas, sino buscar la convergencia, orientadora de otros modos de relaciones y aproximaciones a la realidad que trasciendan la linealidad, la razón segura y asertiva y promuevan la emergencia de prosumidores visuales (productores y consumidores a la vez).
Ithiel de Sola Pool y Henry Jenkins han abordado la Convergencia Cultural, exhortando a que más que identificar divergencia y convergencia, hay que asumirlas como dos caras del mismo fenómeno, lo que nos lleva a revisar las fricciones que alberga la propia realidad donde una misma imagen puede sugerirnos división, brecha, separación, pero también unión, confluencia, encuentro, ese todo “a la vez” del que nos habla François Soulages al afirmar que: “El hombre es el ser del “a la vez”, a la vez receptor de sensación y donador de significado, a la vez gozador de sensaciones e interrogador de significado”, por supuesto que esto puede generar choques y tensiones que tampoco hay que desestimar, sino entender como parte de ese todo al que buscamos acercarnos de forma inclusiva y diversa. El mismo Soulage lo sugiere:
Entonces hay que pensar estas tensiones y estas disensiones, el referente y la foto, entre el objeto para fotografiar y la materia, entre el acontecimiento pasado y las formas: hacen el valor y la unicidad de la fotografía. Hace falta ponerlas en relación con otras relaciones y tensiones que alimentan la fotografía: lo irreversible y lo inacabable, el pasado y el presente, el fue y el se cumplió, la huella y el trazado, lo real y lo imaginario, el objeto para fotografiar y el sujeto fotografiando, la técnica y el arte, el sin-arte y el arte, etc. En todos estos pares, lo que más importa, lo más fotográfico y lo más rico de potencialidades artísticas, es precisamente el “y”, el fundamento mismo de estos pares, o sea el “a la vez”[4].
Esta perspectiva, más integral y abarcadora, conllevaría a entender que la fotografía puede –como de hecho ocurre- partir, resultar y propiciar –“a la vez”- circunstancias, experiencias, expresiones, información, comunicación -diálogo, y conversación-, preguntas y, eventualmente, respuestas. No de forma aislada, sino como parte de un todo afianzado en la convergencia de sentidos y significados. De modo tal que no veríamos solo dos sujetos, dos grupos, dos entornos, dos situaciones, dos culturas o dos países -como en las fotos que iniciaron estas reflexiones-, veríamos una sola realidad compuesta por fragmentos y particularidades. La convergencia fotográfica no se riñe con las diferencias y los contrastes, sino que los asimila e integra, pues asume que es la forma más completa de aproximación con lo fotografiado y de interpretación del hecho fotográfico.
En la convergencia fotográfica no se menosprecia la carga cultural de quien “lee” una foto, no se penaliza la subjetividad, por el contrario se entiende que en esa lectura influyen nuestros referentes, representaciones e imaginarios, porque al fin y al cabo nuestras visiones nacen de lo que llevamos dentro:
«Un monje, un bandido, un pintor, un avaro y un sabio viajaban en compañía. Una tarde, cuando ya anochecía, se cobijaron en una cueva. «¿Cabe imaginar un sitio más adecuado para erigir una ermita?» dijo el monje. «¡Qué refugio para los fugitivos de la ley!» Exclamó el bandido. El pintor murmuró: «¡Qué temas para el pincel estas rocas y los juegos de la antorcha con sus sombras!» El avaro repuso: «Un lugar excelente para esconder un tesoro». El sabio había escuchado a los cuatro. Luego dijo: «¡Qué hermosa cueva!» (Apólogo chino del Pe-Yu-King)
[1] Disponible en: http://idealdeportivo.com/rio-2016-dos-culturas-objetivo/
[2] Disponible en: http://www.girabsas. com/nota/2016-8-8-las-fotos-de-egipto-alemania-del-beach-volley-femenino-que-son-virales-dos-culturas-dos-realidades
[3] Disponible en: http://sonorapresente.com/sonora/2016/03/ciudadanos-naco-utilizan-muro-fronterizo-red-jugar-voleibol/
[4] Desde una estética de la fotografía hacia una estética de la imagen. François Soulages. Disponible en: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/univfoto/num4/pdf/4soulages.pdf