Horizonte crítico de la gestión en la fotografía venezolana 1950-2018
Ante una situación límite, desde lo político, cultural o social, lo primero que nos preguntamos es: ¿Cómo hemos llegado hasta acá? Y en el mejor de los casos dedicamos un buen tiempo a revisar la historia. Pero en la fotografía venezolana esa búsqueda se adentra en un paisaje nublado que toca ir descubriendo poco a poco. No por falta de una rica historia, sino por ser escasos quienes han tenido la tarea de registrarla o escribirla. De ahí que la labor de María Teresa Boulton y Josune Dorronsoro en la última década del siglo XX, sean las luces que nos permiten mitigar esta densa niebla y abordar la historia reciente de la fotografía venezolana desde la perspectiva institucional y de gestión cultural pública y privada, de cuyo accionar depende en gran medida el desarrollo de la fotografía como arte en el país.
No quisiera en esa mirada al retrovisor, regresar al Puerto de La Guaira en 1841 para contarles de la llegada del Daguerrotipo a Venezuela de la mano de Francisco Goñiz [1] , sino ubicarnos cien años después de ese acontecimiento, cuando la fotografía a nivel mundial y venezolana ha pasado ya por varias crisis de identidad desde lo formal y comienza a expandirse hacia otras corrientes del arte y la cultura. Hablamos de la década del 50 a mediados del siglo 20.
Las vanguardias artísticas de comienzos de siglo pasado hicieron de la fotografía uno de sus medios de producción, por lo tanto sus cuestionamientos políticos, sociales y culturales permearon el medio fotográfico creando discusiones y pensamientos confrontados con el arte, así como una necesidad imperiosa de categorizar la fotografía como una forma de entender y canalizar toda la producción de la época y remarcando su importancia, ya no sólo como arte sino como lenguaje expresivo.
Un poco más temprano Walter Bejamin arrojaría esta conseja visionaria ”No el que ignore la escritura, sino el que ignore la fotografía, se ha dicho, “será el analfabeto del futuro” [2]
En Venezuela, Alfredo Boulton en 1952 escribiría el ensayo “¿Es un arte la fotografía?” donde no sólo cuestiona los prejuicios existentes de la época entre el medio artístico y la fotografía, sino también la condición del autor: “la autoría debe estar por encima del medio”[3] y la relevancia del contenido por sobre los valores meramente mediales de la fotografía directa, paradigma establecido en la década del 20 por personajes importantes como Alfred Steiglitz y Ansel Adams. Puntualiza Boulton: “Dudar que se pueda hacer con nuevos medios expresivos una creación de valor es un exabrupto . Si la obra de arte esta lograda , eso es lo esencial . ¿Acaso alguien se pregunta, o importa, hoy en día si el Ulises de Joyce fue escrito a maquina o a mano, o si en la orquestación de la música de Honneguer se utilizó el viejo clavicordio de Bach?”[4]
Primeras iniciativas
Esta decidida visión autoral lleva a Alfredo Boulton a realizar la primera exposición individual de la historia de la fotografía en Venezuela en 1938 en el Ateneo de Caracas. Espacio cultural que cuatro años antes, en 1934, había prestado sus espacios expositivos para la realización del primer Salón de aficionados del arte fotográfico [5] que se realizó consecutivamente hasta entrada la década de los años sesenta. Es de remarcar que ambas exposiciones surgen de iniciativas personales, individuales y colectivas.
No es hasta 1952 que una institución perteneciente al entramado cultural del estado recibe por primera vez una exposición de fotografía. A partir de ese año el Museo de Bellas Artes inaugura una serie de exposiciones que reúnen a autores nacionales e internacionales. Años más tarde recibieron fotografías en sus salas la Galería de Arte Nacional y el Museo de arte Contemporáneo.
La inestabilidad política y económica que siguieron tras la caída de la dictadura militar en 1958, y el poderoso crecimiento de la fotografía como arte, documento y archivo, hacen que los años subsiguientes de la fotografía en Venezuela sean una historia de grandes eventos que nacen para morir en uno o tres años, y que su característica principal sea de lucha constante con las instituciones responsables de los presupuestos y la organización de actividades que ayuden a fomentar la fotografía en Venezuela.
Es así como, en el contexto del primer Boom petrolero que llena de riquezas al país, hacia finales de la década del setenta, comienzan a realizarse una serie de actividades que robustecen el escenario de la fotografía venezolana y comienzan a surgir instituciones, publicaciones y exposiciones públicas y privadas que generan una dinámica en torno a la gestión cultural ligada a la fotografía. Toda esta producción en sincronía con los movimientos artísticos en nuestro entorno geográfico inmediato. La fotografía mundial y Latinoamericana habían conseguido un espacio cálido en México y el centro de gravedad del arte moderno se movió con fuerza hacía Nueva York, Ciudad de México, Caracas, Sau Paulo y Buenos Aires.
Institucionalización de la Fotografía
Con este entorno frondoso del arte y la fotografía, en Venezuela nace a nivel institucional en 1977 la Coordinación de Cine y fotografía del Consejo Nacional de Cultura (CONAC), ente rector de la gestión cultural desde esos años hasta que en 2008 el nuevo Ministerio de Cultura liquida la institución. Sin embargo, los departamentos de Fotografía y Cine son re-configurados como Fundación Centro nacional de Fotografía (CENAF) y el Centro nacional autónomo de Cinematografía (CNAC); a partir de 1978 y entrados en los ochentas se crean en lo público la sección de fotografía de la Biblioteca Nacional y en lo privado el Consejo venezolano de fotografía, las galerías especializadas: la Fototeca y el Daguerrotipo y la Asociación venezolana de fotografía, organizaciones que por su corta duración no lograron cohesionar la actividad fotográfica del país. En esos años la fotografía irrumpe en espacios de otras disciplinas como la Galería Viva México, la Librería Cruz del Sur en Caracas o la Galería El Mandríl en Mérida y aparecen las primeras escuelas de fotografía como la de Wilson Prada en Maracay; Avecofa, Ricardo Armas y Roberto Mata en Caracas y La escuela pública Julio Vengoechea en Maracaibo. Estas organizaciones desarrollaron actividades múltiples como coloquios y concursos de fotografía. La editorial Arte y Oscar Todtman editores comienzan a producir libros de fotografías de autor con fines editoriales y corporativos. La industria petrolera se convirtió, quizá sin querer, en la mejor aliada de la difusión de la fotografía en Venezuela dándole un espacio privilegiado en sus publicaciones, que hoy día son archivo histórico de suma importancia como las revistas Shell, Farol de la Standar oil co o el Circulo anaranjado (luego Disco anaranjado) de Mene Grande oil.
Durante la década de los ochenta y noventa, pese a una inestabilidad económica de saltos y depresiones, la Venezuela política comenzó un proceso de descentralización que favoreció la gestación de actividades fuera de la capital, aunque con una mirada aún muy vertical producto del manejo de los presupuestos culturales. Es así como en estas dos décadas se realizaron: el Primer (1986) , segundo (1987) y tercer (1997) simposio de fotografía, en Caracas, San Cristóbal y Maracay; Los primeros Talleres para la fotografía homenaje a Pedro Villasmil en el Zulia(1986); Las jornadas de fotografía de Mérida (1989 y 1991); El Mes de la fotografía en Carabobo (1992); El III encuentro de fotografía Latinoamericana en Caracas (1993); Realización de las revistas El noticiero de la imagen, Encuadre y posteriormente Extracámara por el CONAC y luego el CENAF (1984-2010); Nace la Fototeca del Táchira (1994); Se crea el Premio Luis Felipe Toro de fotografía, del que se realizarán 16 ediciones (1980-1996); El Salón de la Joven Fotografía del Museo de arte contemporáneo (1985-1993); Concurso de fotografía Latinoamericana Josune Dorronsoro, 3 ediciones (1997,2000,2003); Nace la Bienal de fotografía del Municipio Girardot, de la que se realizan 12 ediciones (1993-2015); Ya en estas décadas es constante la participación y aceptación de la fotografía en los grandes salones de arte del país como: El Salón Pirelli, La Bienal de artes visuales Arturo Michelena, El Salón Nacional de arte Aragua, El Salón Héctor Rojas Mesa en Lara, Bienal Nacional de Arte de Guayana, Salón de Artes Visuales de Guacara, el Salón Nacional de Artes visuales Ciudad de Guanare o el Salón Juan Lovera de Caracas.
En estos años algunas publicaciones que son fundamentales para la historia de la fotografía venezolana son: Anotaciones sobre la fotografía contemporánea venezolana de María Teresa Boulton, La historia capitulada de la fotografía en Venezuela y Álbum de ensayos de Josune Dorronsoro e Ideas sobre lo visible de Juan Carlos Palenzuela. Es importante destacar en esta etapa la afortunada aparición de la obra, el pensamiento y la gestión de Claudio Perna, que trastocó las maneras de abordar la fotografía e influyó en la gestión de muchos autores e instituciones hasta bien entrado el siglo XXI
Cerrado el capítulo del Boom petrolero, crisis económica de por medio, quiebra del sistema bancario, inestabilidad política, dos golpes de estado, una revuelta popular, ampliación de la brecha social y una deteriorada estructura cultural, el nuevo milenio traería consigo la desaparición y/o inactividad de casi todas estas iniciativas. Lastimosamente, hay que decirlo, en contravía de un creciente y extraordinario ecosistema fotográfico en Latinoamérica y el mundo.
Nuevo siglo: ¿expansión o contracción?
Sin embargo, el nuevo siglo verá nacer y morir nuevas e interesantes iniciativas en el campo fotográfico como: el Festival Mundial de la Luz en Clarines (2000); El Congreso de la imagen y la Fotografía en Maracaibo (2002); Encuentro de Fotografía en San Cristóbal (2004); Encuentro nacional de la Fotografía en Ciudad Bolívar (2005); Los Encuentros Iberoamericanos de fotografía en Caracas, 4 ediciones (2002-2005); la Bienal de fotografía Daniela Chappard, 4 ediciones (2000-2008); Primera bienal internacional de fotografía Museo Alejandro Otero (2006); Las 11 ediciones del Salón Dycvensa (2002-2013); Los encuentros del colectivo Ciudad Compartida (2003-2015); Salón de Fotografía Carlos Eduardo López (2015-2016-2017); El Venezuela Móvil Festival (2012-2014-2015); Festival y Salón Series Iconocomunicantes organizado interrumpidamente por la Escuela Julio Vengoechea (2003-2015) En 2003 nace la Fototeca de Barquisimeto en la ciudad del mismo nombre; en 2011 nacen las Galerías Cubo 7 y EspacioGAF, en Caracas y Mérida respectivamente, únicas galerías especializadas de fotografía de comienzos de este siglo que, casualmente, cierran ambas cuatro años más tarde, en 2014.
Pese a entrar en esta última década en una nueva crisis política, económica y social sin precedentes en la historia de Venezuela, producto de un ejercicio del poder político con rasgos autoritarios y dictatoriales, limitaciones de los presupuestos de cultura, desmontaje del proceso de descentralización, empobrecimiento de las entidades culturales regionales y una marcada línea ideológica hipercentralizada de la cultura, en el campo de la fotografía nacieron espacios especializados, algunas escuelas, centros de estudio, investigación y publicación que evidencian el fenómeno de la democratización de la fotografía consecuencia del desarrollo tecnológico no sólo en equipos, sino en la aparición y masificación de internet y las redes sociales y la resultante explosión del lenguaje de las imágenes como moneda de cambio e interacción de prácticamente todas las actividades humanas. Aparecen entonces espacios y organizaciones como: Galería Tres y 3, el Archivo para la fotografía urbana, La editorial La Cueva, Douglas Monroy editores, la Escuela Foto Arte, el Centro de investigaciones y estudios fotográficos CIEF, La escuela de Fotografía Núcleo Fotosensible, la ONG (escuela y espacio expositivo), en Caracas; Enfocarte y el Taller CEAS en Valencia, La Academia Chaplin en Maracay, Talleres pixeles en Maracaibo, Alejandro Sayegh Fotografía en Margarita y vale la pena destacar el diplomado de fotografía que se realiza en conjunto entre el CIEF y la Universidad Católica Andrés Bello, el Diplomado de Técnicas y artes fotográficas de Avecofa con la Universidad Monteávila, los diplomados de fotografía de la Universidad Bolivariana, la Universidad Pedagógica experimental UPEL y de la Dirección de cultura de la Alcaldía de Maracaibo y las especializaciones o menciones en la Universidad Central de Venezuela, La Universidad de los Andes y la Uneartes. Sigue faltando en las universidades venezolanas la licenciatura en fotografía que ya funciona desde algunos años en universidades de Argentina o México entre otros.
Durante estos años el Centro Nacional de Fotografía (CENAF) bajo la dirección de Sandro Oramas y Orlando Monteleone se desconectaron completamente de la actividad fotográfica del país. Poco a poco se dejaron de hacer exposiciones en los Museos, de apoyar iniciativas independientes, de organizar encuentros, de publicar libros y redujeron su acción a la ciudad de Caracas. Las actividades de la máxima institución de la fotografía del país se ha limitado a actos recreativos, paseos, talleres básicos y exposiciones de corte panfletario. Por años dejaron abandonada su página web, que recién están reestructurando este 2018 y eliminaron su sala principal de exhibición ubicada en su sede en la Av. Panteón. En 2011 se creó el Museo Nacional de Fotografía dirigido por Rodrigo Benavides, institución que apenas alcanzó a realizar algunas exposiciones en salas prestadas de otros museos pues no llegó a tener una sede propia antes de desaparecer en 2013.
Es en este contexto que la segunda década del siglo XXI trae consigo algunas actividades que mantienen viva a la fotografía en Venezuela, aunque con serias señales de agotamiento.
Si bien la fotografía cuenta con escasos espacios especializados, su presencia en el circuito de galerías de arte moderno y contemporáneo de las principales ciudades del país es constante. Las salas privadas e independientes han tomado la vanguardia en la agenda del arte de las ciudades, producto de la baja actividad en Museos, no sólo como espacios de exhibición, sino de investigación, charlas y propuestas curatoriales. Los museos del estado han devenido en salas de festejos y pobres propuestas expositivas con fines panfletarios, con contadas excepciones.
De las actividades y convocatorias de fotografía se mantienen: el Mes de la fotografía de Caracas (2003,2014,2016) organizado por la Alianza Francesa de Venezuela; El Mes de la fotografía de Maracaibo organizado por la Alianza Francesa de esa ciudad, que lleva cuatro ediciones (2014,2015,2016 y 2017); el primer Festival de fotografía de Venezuela Méridafoto (2013,2014,2015 y 2016) organizado por EspacioGAF.
Las convocatorias vigentes y activas con carácter legitimador son los Salones de artes visuales tradicionales: el Salón de Artes Visuales Arturo Michelena, el Salón de Arte del Estado Aragua y el Salón Jóvenes con FIA. Las convocatorias especializadas en fotografía activas son: Premio Co-existencia de la fundación Ana Frank (2009-2018); La Bienal Binacional de Fotografía organizada por la Fototeca del Táchira (2012-2018); el Salón nacional de proyectos fotográficos organizado por EspacioGAF, (2013-2018) y el Premio Galería Tres y 3 que otorga la Galería del mismo nombre (2014-2018).
La mirada curatorial
En paralelo a todos estos movimientos, están los propios fotógrafos, investigadores, curadores y docentes que han desarrollado una actividad fotográfica igualmente constante, pero con signos de inestabilidad producto de las condiciones económicas y políticas del país. De igual forma se pueden identificar ciertas prácticas que por sus dinámicas terminan siendo excluyentes, insuficientes y precarias.
El mismo hecho que sólo exista un salón de fotografía y que dependa solamente de una iniciativa privada, ya dice mucho de eso. Pero además podemos añadir que la actividad curatorial ha sido escasa y de poco interés propositivo o investigativo de la fotografía emergente a escala nacional. Desde la primera curaduría de Fotografía realizada por José Sigala en 1978 para el Museo de Bellas Artes (Hecho en Venezuela), podemos contar muy pocas exposiciones originadas desde la práctica curatorial. Las realizadas por Josune Dorronsoro en las décadas de los ochenta y noventa, y en el nuevo siglo las propuestas curatoriales y de investigación de Félix Suazo, Tomás Rodríguez Soto, Sandra Pinardi, Sagrario Berti, Lorena González, Alberto Asprino, María Teresa Boulton, Gerardo Zavarce, Yuri Liscano, Antonio Padrón Toro, José Antonio Navarrete, Sofía Vollmer, Fabiola Arroyo y Vasco Szinetar.
De las cuales pudiéramos destacar Panorama Emergente (Aunque fue abierta a otras disciplinas, esta exposición incluyó una importante muestra de fotografía) curada por Félix Suazo en 2012, el Salón de jóvenes con Fia, en todas sus ediciones, donde han participado varios curadores (Alberto Asprino, Gerardo Zavarce, Lorena González y más recientemente Yuri Liscano), Realidades Instantáneas curada por Sagrario Berti en 2015, Contacto Consecuencia curada por Vilena Figueira en 2016 y en este 2018 la exposición curada por Elízabeth Marín Hernández, 233 la conciencia del lugar en la ciudad de Mérida, que contó con una importante participación de obras desde la fotografía. Estas exposiciones proponen una mirada selectiva sobre el que hacer fotográfico de forma colectiva. Es interesante destacar el trabajo de Vasco Szinetar como curador en el descubrimiento de archivos y autores como Alfredo Cortina, cuya obra llegó, gracias al trabajo investigativo, a las salas del MOMA en Nueva York y la labor de Vilena Figueira para que fuera considerada patrimonio del mundo la colección de fotografías del siglo XIX y principios del siglo XX de la Biblioteca Nacional.
El resto de las iniciativas curatoriales son exposiciones individuales o antológicas de fotógrafos que hicieron vida en el siglo XX. Si bien estas propuestas son de suma importancia para el devenir de la fotografía nacional, podemos detectar en ellas un marcado centralismo y un escaso interés por indagar o investigar autores emergentes del resto del país o que provengan de los Salones de artes visuales nacionales. Al ver las exhibiciones de fotografía que suceden en los Museos o Galerías y las publicaciones que se realizan en la actualidad, sólo vemos la importantísima pero insuficiente intención de resaltar autores con trayectoria, y muchas de estas experiencias suceden sin mediar curaduría.
La red y la internacionalización
Es importante destacar que durante este período y ante el florecimiento de las tecnologías de la información de bajo costo como: internet, web, blogs y redes sociales, el espacio virtual está jugando un papel muy importante en la creación y difusión de material sobre fotografía en Venezuela, esta vez si, acorde con la dinámica global y con rigor editorial. El salto al mundo digital de EspacioGAF, Foto-Féminas, el Blog de la ONG, Latphotomagazine, Tráfico Visual, Back Room Caracas, Archivo de Fotografía Urbana, Esfera cultural y Material Cultural, Miradas reveladas, entre otros, ha permitido la resonancia nacional e internacional de portafolios fotográficos de autores venezolanos, así como de textos de investigación, artículos o reseñas de exposiciones.
Otro fenómeno importante producido por la aguda crisis del país materializada en una hiperinflación y una inseguridad inmanejables que ha desencadenado un proceso migratorio de venezolanos hacia el mundo y que amenaza con desaparecer las pocas oportunidades y actividades fotográficas en el país. Este último punto es tan importante, que en un recuento histórico como este, no podemos obviar las conexiones, aportes y participaciones de los fotógrafos venezolanos en circuitos culturales extranjeros a falta de actividades en el país.
Ese panorama exterior se enriquece por nuevas propuestas realizadas por fotógrafos de larga trayectoria y emergentes, algunos devenidos en curadores y gestores en espacios internacionales. Algunos ejemplos de eso son: la exposición República Colapsada organizada y comisariada por Helena Acosta y Violette Bule en Nueva York o Resistence en ToBE Gallery en Budapest, ambas en 2017, Cartografías Políticas organizada por EspacioGAF y curada por el mexicano Francisco Benítez junto a Marcel del Castillo; Un Atlas para Elízabeth, organizada por el Archivo para la fotografía Urbana en la Galería Henrique Farias en New York. O las publicaciones de autores como Tito Caula y Ricardo Jiménez por la editorial la Fábrica de España, las publicaciones de Vladimir Marcano y Luis Molina Pantin por la editorial RM de México, el libro sobre Monsanto de Mathieu Asselin por la editorial Verlog Kettler, el Libro Zurumbático de Luis Cobelo editado por Dispara en España; la destacada participación en salones, concursos nacionales de otros países y festivales internacionales como es el caso de Jorge Luis Santos, Nelson Garrido, Marcel del Castillo, Lucía Pizzani, Alicia Caldera, Oscar Castillo, Ricardo Armas, Miguel Moya, Rodolfo Schemidt, Juan Barreto, Martin Castillo Morales, Vilena Figueira y Mathieu Asselin y por supuesto, la participación en exposiciones individuales y colectivas en el extranjero como Suwon lee, Alexis Pérez-Luna, Alexander Apóstol, Violette Bule, Luis Cobelo, Muu Blanco, Magui Trujillo, Antonio Briceño, Marcel del Castillo, Alicia Caldera, Florencia Alvarado, Vasco Szinetar, Ricardo Jimenez, Hayfer Brea, Verónica Sanchís, Ángela Bonadies, Ricardo Armas, Lucía Pizzani y Nelson Garrido entre otros. La exportación de la actividad docente como la de José Ramírez, en República dominicana y USA, Roberto Mata, Andrés Manner en USA, Juan Peraza y Beto Gutiérrez en Argentina, Luis Cobelo y Marcel del Castillo en México, Nelson Garrido en Argentina, España y México, Wilson Prada en Colombia y Miami, Vilena Figueira, Ricardo Peña y Beatriz Grau en Colombia y Cristina Matos Albers en Uruguay. Vale remarcar la interacción de organizaciones venezolanas con similares extranjeras ligadas a la fotografía como el Archivo para la fotografía Urbana con La Fábrica y el Festival Photoespaña, la ONG y sus activistas en Buenos aires, Santiago y Madrid, Espacio GAF y su plataforma Latinoamericana, publicación de libros en México, actividades en conjunto con la organización Hydra, el Laboratorio de Arte fotográfico (LAFO) y la Universidad LCI en México, Foto-Féminas que organiza Verónica Sanchis desde Hong Kong con conexiones con múltiples países, los esfuerzos y asociaciones de la Editorial La Cueva para distribuir sus ediciones en el exterior y la apertura de sedes internacionales de la Escuela Roberto Mata y recientemente el Miami Institute of photography creado por fotógrafos venezolanos entre ellos Andrés Manner, José Andrés Castillo y Carolina Muñoz.
La resistencia
En estos últimos años la Galería Tres y 3, la Sala Mendoza, la Sala TAC, las Galerías de la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón Bolívar y el Celarg en Caracas; el Centro de Bellas Artes, Centro Lía Bermúdez y el Museo de arte Contemporáneo del Zulia, La Galería Universitaria Braulio Salazar de la Universidad de Carabobo; la Galería Ydelisa Rincón de la Universidad Bicentenaria de Aragua o el Museo Francisco Narváez en Porlamar, han jugado un papel fundamental en brindar espacios para la fotografía en sus salas recibiendo exposiciones individuales de autores emergentes y con trayectoria, pero la dimensión de sus salas, la falta de apoyo económico en la producción de obras y sus características expositivas son inviables económicamente para muchos autores emergentes, por lo que el circuito nacional se nutre de la incansable propuesta alternativa de autores en espacios independientes o alternos como las salas de la ONG en Caracas o las de la escuela Julio Vengoechea en Maracaibo y decenas de espacios mutantes e híbridos a lo largo del país de los cuales no existen registros serios, pero que funcionan como disparadores y alertas en un tejido cultural deprimido. Algo que nos acerca más al contexto del Foto Club Caracas y Alfredo Boulton en 1930 que al 2030.
A esto podemos añadirle la escasa presencia de publicaciones de libros a nivel nacional. Pero donde se destacan los esfuerzos individuales de autores como Alexis Pérez Luna, Juan Toro, Wilson Prada, Jorge Luis Santos, Douglas Monroy y la serie antológica de premios nacionales editados por La Cueva, editorial guiada por Diana Vilera y Rebeca Guerra, o la solitaria difusión en medios impresos de la sección Mirada expuesta creada y escrita por el periodista Juan Antonio González, hoy en el diario el Universal.
Paralelo a estas situaciones la educación en torno a la fotografía se mantiene estable, por un lado las escuelas de fotografía que se mantienen aplican iniciativas que les permitan superar el vendaval económico del país y por otro lado surgen iniciativas de talleres y cursos itinerantes de colectivos u organizaciones como la Residencia de Artistas en Chuao, Estado Aragua creada por Fernando Carrizales, la Fundación Párpado Elocuente en Táchira, Prisma GIF en Carabobo, Taller de estudios Fotográficos en Bolívar o el Colectivo D76 en Aragua. A nivel de contenido siguen teniendo preponderancia los recursos técnicos, pero tímidamente, ya han empezado a desplazarse hacia cursos o materias que invitan a los fotógrafos a trabajar y profundizar en ideas, temas y desarrollar un pensamiento crítico.
Sobre el manejo de colecciones o archivos fotográficos, el desierto es elocuente. Aparece tan solo la actividad del Archivo para la fotografía urbana de la mano de los curadores Lorena González y Vasco Szinetar que desarrollan investigaciones, adquisiciones y curadurías de fondos particulares. Los Museos nacionales, la Fototeca de Barquisimeto y el archivo de la Biblioteca Nacional resguardan miles de negativos y copias, pero cuya difusión o estructuración de contenido con fines pedagógicos o culturales es silenciosa. Hasta hace algunos años, bajo la coordinación de Vilena Figueira se adquirieron en calidad de donativos portafolios de autores contemporáneos para el archivo de la Biblioteca Nacional.
Josune Dorronsoro describía al Premio de fotografía Luis Felipe Toro como un concurso “amplio de criterios” que “impidió en buena medida que la fotografía artística de corte documental perdiese vigencia”. Es decir, le daba un valor didáctico y fenomenológico, capaz de apoyar y fomentar las dinámicas de la fotografía de aquellos años. Hasta el día de hoy, este premio ha sido el más importante que se haya entregado en Venezuela, no sólo por su constancia (16 años) sino por su carácter legitimador, producto de su dinámica profesional: jurados calificados, criterio amplio, contemporáneo y su consecuencia expositiva. Muy diferente, por cierto, al Premio Nacional de Fotografía que se da por consenso político.
Dentro de este marco histórico, me atrevo sembrar la duda sobre la importancia que pudieran tener el Salón Espacio GAF y el Premio Galería Tres y 3. El Primero es el único salón nacional de proyectos fotográficos que se realiza actualmente bajo la organización de Espacio GAF, un espacio para la presentación de la obra fotográfica de jóvenes artistas de todo el país, que parecía ya perdida en la burocracia del gobierno y el desencanto de los curadores. Autores de Falcón, Mérida, Táchira, Trujillo, Zulia, Sucre, Nueva Esparta, Carabobo, Aragua, Lara, Monagas, Anzoátegui y Barinas han podido mostrar su trabajo en una exposición de carácter nacional y en las salas de un Museo de Arte del estado. Incluso la edición del 2013 logró exhibirse en la Galería Cubo 7 en Caracas y la del 2015 en la Galería de Arte Nacional. El segundo es un Premio organizado por la Galería Tres y 3, que centra su interés en autores con proyectos sólidos y brinda el soporte para la realización de exposiciones individuales mediante un proceso de selección con jurados calificados.
Éstas propuestas más allá de convocar y premiar, se han convertido en una tribuna especializada para develar qué y cómo se esta desarrollando la fotografía contemporánea venezolana a nivel nacional, estimula a los autores a elaborar discursos y desarrollar un lenguaje visual mediante la fotografía y presentarla en una plataforma crítica y están a tono con las convocatorias o bienales de fotografía de nuestro entorno latinoamericano. Sin embargo, sus formalidades parecen estar mas en sintonía con un tiempo pasado que espiar nuevas formas de diálogo entre realizadores, espacios y públicos.
Y la nave va
Vale decir, tal como lo acotaron en su momento María Teresa Boulton y Josune Dorronsoro, que la revisión histórica aquí planteada presenta lagunas, cuyas dimensiones no podemos medir, y esto tiene que ver, igual que en la década de los ochenta y noventa, con el poco interés del registro de las actividades de las instituciones públicas y privadas ligadas a la historia del arte en el país. El recuento de los últimos años que hemos realizado aquí ha surgido en su mayoría de una operación arqueológica de las biografías de los autores venezolanos rescatando aquellas actividades y eventos que lograron sobrevivir a una edición o una actividad con cierto impacto en la comunidad, así como entrevistas privadas y conversaciones con varios fotógrafos.
Por otro lado, la tercera década del siglo XXI recibirá a la fotografía venezolana en un contexto de crisis económica y política profunda y dolorosa, que en términos de gestión pondrá cuesta arriba las iniciativas privadas y seguirá deteriorando la labor desde las instituciones públicas, aunque será al mismo tiempo un disparador de oportunidades y temáticas para las realizadores venezolanos contemporáneos. A la par de esto, el desarrollo de lo fotográfico acude ya con fiera certeza al territorio de lo expandido, de lo híbrido, por lo que, en términos históricos, su registro estará cada vez más diluido en el denso mundo de las artes y la cultura popular.
[1] Dato histórico citado del Catálogo Orígenes de la fotografía en Venezuela. Instituto Autónomo Biblioteca Nacional.1978
[2] Walter Benjamin. Pequeña Historia de la fotografía.Discursos Interrumpidos I. Taurus.1989
[3] María teresa Boulton. Anotaciones sobre la fotografía venezolana contemporánea. Monte Ávila Latinoamérica. 1990.
[4] María teresa Boulton. Anotaciones sobre la fotografía venezolana contemporánea. Monte Ávila Latinoamérica. 1990.
[5] María Teresa Boulton establece estos dos hitos hitos históricos en su libro Anotaciones sobre la fotografía venezolana contemporánea. Monte Ávila Latinoamérica. 1990.
Referencia Bibliográfica:
-Berti, Sagrario. Realidades Instantáneas. Caracas, Fundación Telefónica, 2015.
-Boulton, María Teresa. Anotaciones Sobre la Fotografía Venezolana Contemporánea. Caracas, Monte Ávila Editores, 1990.
- Catalogo. Orígenes de la Fotografía en Venezuela. Caracas, Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas, 1978.
-Dorronsoro, Josune. Álbum de Ensayos. Antología de Josune Dorronsoro. Caracas, Museo de Bellas Artes, 1999.
-Duque, Luis Ángel. Nota Sobre los Salones de Jóvenes Artistas 1981-1995. Houston, International Center for the Arts of the Americans, 2017.
-Navarrete, José Antonio. Fotografía en América Latina. Ensayos de Crítica Histórica. Caracas, Fundación para la Cultura Urbana, 2009.
-Palenzuela, Juan Carlos. Ideas Sobre lo visible. Caracas, Banco Central de Venezuela, 2000.
-Radio, Unión. “Será Liquidado el Consejo Nacional de la Cultura de Venezuela”. Letralia Tierra de Letras, https://letralia.com/187/0512conac.htm (en línea), 15/02/2018.
-Suazo, Félix. Panorámica Arte Emergente en Venezuela 2000/2012. Caracas, Fundación Telefónica, 2012.
-Sleiq, Leslie. La Fotografía Venezolana en Tres Tiempos: Una Aproximación hacia la Fotografía Contemporánea. Mérida, No Publicado, 2017.
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