En torno a la XVII Bienal de Fotografía 2016 del Centro de la imagen en México.
En todos los cambios tecnológicos que afectan la comunicación se han producido grandes discusiones generacionales en las que hubo un emisor con una gran capacidad de codificación de sus mensajes y un receptor tal vez pasivo o en el mejor de los casos con una actividad limitada; sin embargo, en el caso de la fotografía dada su estrecha relación con las redes se llegó al límite de la explosión de las categorías comunicacionales y la relación emisor-receptor se da ahora en igualdad de condiciones, por lo que el hombre común deviene emiceptor según Jean Cloutier y termina generando más mensajes que los emisores tradicionales del poder; ello le permite a la comunidad fotográfica la opción a decidir, categorizar, definir o satanizar lo que le rodea derribando todo muro de contención incluyendo el marco del arte; allí, la amada libertad de expresión y creación tan defendida por los artistas inicia una relación de amor y odio que se manifiesta en el intento de someter todas aquellas manifestaciones que vayan más allá del acto de obturar la cámara o de desprenderse de la inmaculada pureza en la obtención de la verdad así como aquellas intenciones de derretir el pedestal bressoniano que ha resistido más de 60 años a los embates de la “locura nefasta y sacrílega” de la conceptualización .
Siempre que hablo de la comunidad fotográfica la divido por razones didácticas en tres segmentos que obviamente no son estancos ni impermeables en su interrelación; sin embargo, se diferencian en sus fundamentos e intenciones. El primer segmento es el de los fotografiantes que continúan su ritual de contener el tiempo día tras día por razones de encaje social sin intenciones de modificar los caminos de la estética. Este segmento utiliza el dispositivo de captura como una herramienta para el registro de su memoria. El segundo es el de los fotógrafos, este es el de la resistencia, un inmenso grupo intermedio al que, sin ánimo de utilizar el término de manera peyorativa, me gusta llamar “los emenistas” en estos, el análisis está sustentado en la relación fotométricamente perfecta desde el modo M. como única manera de validar sus destrezas. Este importante segmento, por lo general, ejerce su derecho a establecer patrones de ingreso y debate en torno al control de sus extensiones mecánicas y el fortalecimiento de las columnas que sostienen el medio reglamentando lo compositivo, lo morfológico y la pirámide de iconos de la historia de la fotografia. Son ellos los que en gran parte sostienen la industria fotográfica y por alguna razón, ese poder y esa certeza de dominio tecnológico los convierte en provocadores de discusiones en las que lo cuantitativo conforma las vigas de sus argumentos.
Un tercer segmento es el de quienes desde su convicción del agotamiento de las fronteras entre géneros y disciplinas de las artes, aportan nuevas lecturas visuales, a veces tan arriesgadas que para los segmentos anteriores parecen provenir de individuos desprovistos de capacidades o talentos artísticos. En este segmento ubico a los que utilizan la fotografia desde el campo del arte, se compenetran con sus espacios de creación y en las lecturas del mundo que se afianzan en una interpretación de temas de amplia significación como la violencia, el destierro o la identidad; pero, también desde el erotismo, la religión, la comunicación, temáticas estas que son abordadas con claras intenciones de movilizar las formas en las que pueden ser interpretadas desde la recepción y la estética.

II
Normalmente voy a las salas de arte o ingreso a portales de arte para ver arte; de tal modo que asumo que aquello que está en ese espacio debería tener ese estatus dada la cantidad de decisiones que los autores, partiendo de la fotografia, tomaron para redefinirlas y reinterpretarlas cada vez con intenciones más claras de narrar su realidad a través del largo proceso de lo que Soulages denomina “la fotograficidad;” más aun cuando, los curadores de la Garza y Domínguez afirman en el texto del catálogo “hemos trabajado en estrecha colaboración con los artistas participantes, tanto en las decisiones sobre los formatos de salida y selección de componentes de los proyectos, así como en su presentación en las salas”
Lo antes expuesto nos lleva a pensar que esta selección de 49 propuestas provenientes de un envío de 867 trabajos pretende, desde lo curatorial, atacar en las grietas que sostienen los ya débiles estereotipos de la mexicanidad fotográfica, dando paso así a una especie de anti-fotografía que nos obligue a verla como imagen transdiciplinaria más allá de la estetización de la violencia, los valores compositivos, etc. ya tratados en laIntroducción que Ítala Schmelz hace a la bienal en la que afirma: No hay en ella estereotipos sino un caleidoscopio que deja ver a todas luces la crisis del sistema económico y político actual, así como las estructuras del conocimiento y poder que el siglo XX tuvo aún por garantes… Ahora nos encontramos con un arte que busca operar fuera de los registros de la sublimación, sin metadiscursos, ni virtuosismos técnicos ni estéticos, hablar del presente y del país, sin hacer nacionalismo. Denunciar la injusticia y la miseria sin estetizarla. Fotografiar a México no como construcción de identidad sino como pensamiento crítico”
III

Diferenciar entre la opinión de un articulista y el aporte argumentativo del crítico es una tarea pendiente en el mundo hipersensible de la fotografía que, a diferencia de otras disciplinas del arte tiene poca exposición al texto crítico pero demasiado intercambio de opiniones en voces que se aferran a paradigmas ya en desuso. Partiendo de esta afirmación, me temo que la Bienal de la ruptura como la llama Marcel Del Castillo está hecha para llevarnos a una discusión profunda sobre nuevas aperturas a la recepción, no para los comentaros que se alimentan de afirmaciones lesperianas cuyos argumentos aún no encuentran un vestuario digno. La XVII Bienal está ante la mirada ajena para una crítica con una dinámica de pensamiento que lejos de ser acomodaticia o amarga, sea problematizante. Esta dinámica de pensamiento, debe escudriñar en lo extraño, diseccionar lo que el receptor visualmente no entiende ni comparte; allí, radica el aprendizaje de aquello que se opone a una forma de construir una “identidad de usuario” en detrimento de la identidad de emiceptor; por ello, creo que lejos de atacar lo que vemos, debemos analizar la relación de ello con lo que subyace en la decisión curatorial: lo invisible, lo intangible; pues, eso que subyace en la XVII Bienal está dirigido a un espectador-lector que deja de pensar en la fotografia como técnica o captura para pensar en la comunicación desde la imagen como un medio hermosamente mutante; por eso me uno a Luis Molina Cuesta en su artículo sobre la XVII Bienal (1) cuando expresa: “El discurso -entendido como lo no-dicho- nos revelaría una narrativa de la inconformidad colectiva ante la grieta que se ha abierto…entre las representaciones de la realidad y la experiencia de la realidad. Es decir, una inconformidad ante la mentira. Ya no tiene caso pensar la fotografía como verdad, sino como respuesta a las mentiras del poder. Con esto, la obra de arte se presenta, más que como una crítica de la realidad, como una realidad crítica. Vale la pena preguntarse entonces, ¿eso “no dicho” en este trabajo curatorial cáustico y agitador tiene suficiente alcance en la comunidad fotográfica? Tal vez este es el problema central que tanto ruido hace en los festivales, encuentros, seminarios y congresos. Eso es lo que nos hace pensar que muchos de estos eventos están estructurados para el intercambio de reflexiones entre académicos y no para el consenso semántico con un público que busca con ansias la manera de comprender lo que le ocurre a su entorno de representaciones, un publico que intenta sobrevivir en estas mareas tecnológicas. Como sabemos, un buen número de quiénes asisten a los eventos de fotografia provienen de aulas con ese vacío, lo que les hace ver estos problemas con los mismos ojos con los que el articulista de “El universal” observa la Bienal. Este tipo de salones requiere de un espectador con una gran capacidad de lectura, un receptor de mente amplia con cierta formación en el análisis de la obra visual; lamentablemente, este requerimiento se hace en el momento en que el lenguaje visual se reinventa ante una profunda herida en las formas de recepción; una herida en las que el texto visual, especialmente el fotográfico, sacrifica la densidad de su discurso para apoyarse en el texto escrito; Luego, la lectura individual que caracterizó a la mirada ajena en la modernidad, culmina en la lectura guiada, adosada, autoadherible de la cédula o a la historia virtual que acompaña a la fotografía en la posmodernidad.

Las citas que nos trae Marcel del Castillo como ejes, abren un compás para un inicio con respecto a las lecturas de La XVII Bienal. En cuanto a esas citas, debo decir que, a diferencia de Hou Hanru cuando expresa “partimos del punto de que la fotografia, así como los demás medios del arte –la pintura, la escultura o el video incluso- requieren una redefinición de sus fronteras. Y principalmente, queremos enfatizar que la intensión, el resultado de todo esto, es que la expresión vaya más allá del medio cualquiera que este sea”, no soy partidario de la necesidad de una redefinición de las fronteras específicamente en el marco de la fotografia. Pienso que tal redefinición debe ser una consecuencia de la decantación de estos reacomodos estéticos que bien podemos observar en la Bienal que nos ocupa. La fotografia más que otras manifestaciones del arte, aún está lejos de culminar su violenta actividad sísmica y su producción de fusiones en el marco de su desmaterialización. Redefinir las fronteras en este momento histórico; a mi juicio, nos llevaría a hacer una extensa lista de lecturas categoriales que se desvanecerían con la misma rapidez con las que se crean.
En otro orden de ideas, sí me parece pertinente la premisa en la que José Antonio Navarrete nos da una especie de rayado en la vía para dirigirnos hacia la discusión necesaria sobre la aceptación de nuevos paradigmas en torno a la representación, aun cuando creo que ya no desde el sentido de verdad o de realidad que parece un tema que ya está bien posicionado en las mesas de discusión, sino más bien, como dice de la Garza, desde el desbordamiento de su bidimensionalidad, Yo agregaría además, desde el desbordamiento (que no desde la negación) de sus ataduras tecnológicas, lo cual dejaría a vista del retrovisor a la comunidad emenista, esa que continuará durante varios años más, su ruta por el hombrillo de una autopista que, según los argumentos aportados por Gubern, Brea o Soulages, se dirige desde la fotografía hacia la imagen pura. Negar este destino no es un acto de locura pero se necesitan importantes argumentos para corroer sus bases; sin embargo, en muchos casos, la situación del camino que sigue la fotografia es analizada con criterios que, en su mayoría ya están en desuso en el campo de la realidad imperante lo que hace ver que algo está roto en el nivel que sostiene la coherencia del viaje.
IV

Siempre he insistido en que esta realidad amerita un quiebre profundo pero consciente en el espectador quién, necesariamente, debe iniciar una nueva estrategia de entendimiento; por ello, no participo del juego de quienes encuentran en la calzada la fórmula para atraer la atención de quienes aún confunden lugares comunes con aportes. Decir que algo ha muerto siempre llama la atención del transeúnte pues, la vida pasa desapercibida en su cotidianidad, lo difícil es mantener la atención del caminante. Creo que el atavismo de la sed de sangre está latente en nuestras comunidades artísticas en las que aquel que grite ¡Fuego! más alto es el bizarro personaje que llena las pantallas de los ordenadores asegurándose, por pocos minutos, un lugar en una historia de patas muy cortas. Ciertamente, todas las creaciones humanas necesitan resistencias pero ellas sólo se hacen posibles hablando el mismo lenguaje de los que le dieron origen. Creo que el poder en general, utiliza para su supervivencia los más avanzados recursos tecnológicos y comunicacionales afectando con ellos el entorno de las de los gobernados generando los cambios que consideran convenientes para su ejercicio. En este transitar, los gobernados desgastan sus energías en contradecir estos cambios con recursos tecnológicos y comunicacionales obsoletos llevando asi a análisis y conclusiones extemporáneas. Tal vez, la aparición de estos discursos apocalípticos no hace más que fortalecer ese dominio y convertir la fatalidad tecnológica en el arma mejor utilizada por el poder. A mi parecer, desviamos un tiempo valioso dirigiendo todos nuestros recursos hacia la muerte del medio mientras los operadores nos mantienen entretenidos en el trabajo creativo de los programadores que nunca descansan para que podamos darle la razón a Villen Fluser.
Finalmente, el asunto mediático en su naturaleza compleja, efímera y cambiante desafortunadamente no permite mantener la atención sobre estos hechos el tiempo suficiente para comprenderlo con la profundidad necesaria que este tipo de salones amerita; por el contrario, hace explotar en insultos a los comentaristas “cazadores de likes”. que, a cambio de posicionamiento virtual intentan desviarnos del foco que debemos mantener en el por qué y el para qué de la XVII Bienal de fotografia que el Centro de la Imagen nos presenta en la búsqueda de una ruptura.
(1) https://es-la.facebook.com/Juan.Antonio.Molina.Cuesta/
(2) http://centrodelaimagen.cultura.gob.mx/index.html
6 Comments
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No entendí nada de este texto. Debo ser sumamente ignorante. Porque tampoco entendí las fotos de esta chica, que pueden ser muy avant tarde pero no me transmiten nada más que pereza. Si esto es arte moderno multipremiado en otros lados del mundo, pues síganlos presentando allá. A mí me parece una pérdida de tiempo, desde la Bienal, las broncas por no aceptar que un evento se hizo con las patas, las respuestas tan académicas que nadie entiende, en lugar de recibir una crítica y aprender de esto. Insisto, soy público. Pero el público llena salas. Cuando esto pasa, hay dinero. Y con dinero se hace más creación, eventos y se ayuda a los nuevos. Si hacen sus Bienales solo para ustedes, pues háganlas privadas. El esnobismo que rodea al arte en estos días me parece inconcebible en un país donde necesitamos un acercamiento a la cultura, no prebendas entre artistas. #SoyPublico.
Ja. Pensé que yo era el único que no entendía algo.
Ulises Castellanos queda reducido a «un articulista», sólo faltó un adjetivo peyorativo para rebajarlo aún más.
El hacer, o intentar hacer algo distinto no le confiere mérito automático, si el argumento es que el valor de esta bienal reside en «romper las fronteras».
En definitiva estamos ante una muestra en la que lo más importante son las cédulas y donde las palabras no están respaldadas por las imágenes.
El primer premio es una colección de fotos que si bien son visualmente fuertes en lo individual no son nada en conjunto. La misma autora reconoce que no tiene idea de lo que está haciendo con ellas y se nota. Es el afán de la extravagancia por sí misma.
El segundo premio es una fotocopia de un trabajo que fue vanguardia hace casi 60 años. Hoy no significa nada y está pésimamente ejecutado.
Una partitura de alambres de púas con pelos de vaca no tiene nada que hacer en una bienal de fotografía… ¿Esa pieza hubiese calificado en una bienal de teatro o música?
Respecto al pobre AAM: Efectivamente, eres ignorante; lo cual no es peyorativo, sino, al contrario, preferible reconocer de antemano. De entrada, al hablar de Arte «Moderno» ya dejaste en claro que estás un poco desubicado. Pero aceptar ser ignorante no sirve de nada, SI NO HACES NADA AL RESPECTO: ¿La gente que no sabe leer, en lugar de aprender, solo se enoja y dice «pues hagan libros en privado, si son solo para ustedes»? caballero, si se sabe ignorante, estudie, y vuelva con herramientas para debatir; no solo haga berrinche, y ya, que eso es precisamente (en resumen, reiterando que no entendió el texto que acaba de leer) lo que el Sr. Prada está tratando de exponer.
P.D. Muy gracioso el detalle de no nombrar a «El autor de El Universal», que ni nombrar vale la pena. Muy buen planteamiento, pero hace falta corregir la puntuación de su texto (aumentarla, mejor dicho, que faltan muchísimas comas y puntos.)
En primera le recordaría al autor que en todo idioma existe algo llamado «signos de puntuación» y que sería muy bueno si los usara al escribir, sobre todo los puntos y comas; pues eso facilita la comprensión del texto y…
No, esperen, ¡nunca hay que facilitar la comprensión de nada! Porque como lectores/espectadores estamos obligados a saberlo todo previo a visionar cualquier propuesta artística. De lo contrario haremos gala de la ignorancia que nos impide valorar grandes obras fotográficas como las de esta bienal…
Este «análisis» de Wilson Prada es apoteosis del esnobismo y la arrogancia que pululan en los circuitos del arte. Basura, como las obras que defiende. Y desplante de ignorancia de lo que verdaderamente es romper con lo convencional.
Viaje, sr. Prada; conozca más artistas contemporáneos, visite más museos, lea más sobre lo que escribe; y sobre todo, sacúdase el tufillo de superioridad intelectual; tal vez así su opinión trascender en los espectadores, que importan más que los pseudo-artistas y los burócratas elitistas que usted defiende sin éxito.
Este es un artículo difícil de entender, no critico severamente al autor, yo tampoco soy muy bueno con la ortografía y la redacción. Creo que debería de ser mas coherente y con apoyos visuales que sustenten el contenido.
Lo vuelvo a leer para entender mejor lo que trata de trasmitir el autor.
Saludos.
http://www.edumacgdl.com.mx