La sociedad de los poetas muertos. La indisciplina como arte
¿Qué significa ser indisciplinado en las artes? ¿Es acaso la romantización del caos, una rebeldía sin sentido, una forma de escapar de la realidad? O quizás, ¿es una manera de expresar la propia voz o de cuestionar lo establecido?
El filósofo y semiólogo argentino Walter Mignolo, uno de los fundadores del pensamiento decolonial latinoamericano, nos ofrece una posible respuesta. A partir de sus planteamientos podemos entender la indisciplina en las artes como una forma de resistir al colonialismo cultural, es decir, al dominio de una cultura sobre otras, que impone sus valores, sus normas, sus estéticas y sus saberes. Una actitud contrainductiva puede ser una forma de desafiar el conocimiento hegemónico, que se considera el centro y el modelo de la civilización, y de reivindicar la diversidad y la pluralidad de las formas de conocimiento y de expresión. La indisciplina en las artes es una forma de pensar desde el borde, desde la frontera o el margen, ponerle atención a otras cosas, evadir el espectáculo, reconocer nuestro lugar de enunciación y aventurarnos a caminar por los lugares donde se encuentran y se entrecruzan las culturas, las lenguas, las identidades y las historias. La indisciplina en las artes es una forma de practicar la desobediencia epistémica, que consiste en cuestionar las categorías y los conceptos que nos han sido impuestos desde que cruzamos la puerta del maternal, y de buscar otras formas de entender y de interpretar el mundo.
Hay una película que ví a mis 15 años con la que inmediatamente me identifiqué y que me ha perseguido desde entonces. Se trata de La sociedad de los poetas muertos, dirigida por Peter Weir en 1989. En esta película, ambientada en 1959 en una prestigiosa y conservadora academia de Vermont, Estados Unidos, el profesor de literatura John Keating, interpretado por Robin Williams, inspira a sus alumnos a romper con la tradición, el honor, la disciplina y la excelencia que rigen la escuela, y a seguir su propio camino, sus propios sueños, su propia poesía. Keating les enseña a sus alumnos a aprovechar el día (carpe diem), a subirse al escritorio para ver el mundo desde otra perspectiva, a arrancar las páginas de un libro que pretende medir la poesía con una fórmula matemática, a llamarle «Oh, capitán, mi capitán», en alusión a un poema de Walt Whitman dedicado a Abraham Lincoln, a relacionar el deporte con la poesía, y a escribir sus propios versos. Keating también les revela que en su época de estudiante formó parte de la Sociedad de los Poetas Muertos, un grupo secreto que se reunía en una cueva para leer y recitar poesía. Los alumnos, fascinados por la idea, deciden reanudar la sociedad y se escapan por las noches a la cueva, donde leen a autores como Whitman, Thoreau, Frost, Shakespeare, y también crean sus propias obras.
La indisciplina en las artes que practican Keating y sus alumnos tiene sus inevitables consecuencias. Por un lado, los alumnos toman consciencia de lo que son y sus intereses, se atreven a pensar por sí mismos, toman el riesgo de expresar sus emociones y de actuar. Por otro lado, se enfrentan al rechazo, a la incomprensión, a la presión, a la censura, e incluso a la tragedia. La película muestra cómo la indisciplina en las artes puede ser un arma punzante, que puede molestar, que puede abrir o cerrar puertas, que puede generar admiración o repulsión.
¿Cómo podemos entonces poner en práctica la indisciplina en el arte? ¿Tendremos el valor de resistir el rechazo y las impugnaciones hacia nuestras ideas?¿Cómo podemos encontrar el equilibrio entre la creatividad y la responsabilidad, entre la libertad y el respeto, entre la ruptura y la tradición? ¿Cómo podemos ser artistas que cuestionen el orden establecido, que propongan otras formas de ver y de hacer, que dialoguen con otras culturas y otras épocas, que expresen su propia voz y su propia visión sin ignorar la historia? Estas son algunas de las preguntas que nos plantea la película, y que nos invitan a reflexionar sobre las posibilidades de ser artista y espectador.
La indisciplina requiere de coraje, ir a contravía de lo popular o el conocimiento hegemómico, es un pensamiento y una lucha política, que en el arte se expresa mediante otras materialidades, otras formas y otras perspectivas de todo lo que nos rodea y afecta.